BIBLIOTECAS, SOCIEDAD Y ESTADO


  • Relação entre as bibliotecas, as ações dos profissionais que nelas atuam e o estado.

EL PARADIGMA PÚBLICO DE LA BIBLIOTECA PÚBLICA - XXX

Después de once años de lucha armada (1810-1821) se consuma la independencia de México. Atrás quedaba la guerra entre realistas e insurgentes, pero durante casi cuarenta años (1821-1861) serían tiempos de otras pugnas ideológicas y luchas armadas entre monarquistas y republicanos; luego entre conservadores y liberales. En esos tiempos aciagos la Biblioteca Palafoxiana continuó estando en poder del clero, por lo que su administración anquilosada no varió en relación con los tiempos de la colonia. El traslado de manos de este bien bibliográfico pasaría del poder clerical al poder estatal a raíz de la acción jurídica conocida históricamente como las Leyes de Reforma, a través de la que se ordenó, en julio de 1859, la nacionalización de los bienes de la Iglesia, entre ellos los recursos bibliográficos y documentales que hasta entonces habían pertenecido a las comunidades religiosas, es decir, las correspondientes a los grupos del clero secular y regular.  

 

Consideremos otros referentes históricos. En 1824 se crea la primera Constitución, estableciéndose una República representativa, popular y federal como nueva forma de gobierno en México. Fue época de una gran inestabilidad política, días de motines, asonadas o revueltas de espíritu reaccionario. Años más tarde, en 1857, se generaría otra Constitución, hecho caracterizado por los duros enfrentamientos entre conservadores y liberales. La pugna entre éstos es lo que se conoce como la Guerra de Reforma (1858-1861), producida en el marco del Movimiento de Reforma (1855-1861).

 

Si es que ahora corresponde adentrarnos en la urdimbre de mediados del siglo XIX, esto es, en el contexto decimonónico del México independiente en el que el pueblo había logrado superar el yugo colonial español. Tiempos en que se originó el recio conflicto político entre conservadores y liberales, entre la Iglesia y el Estado; época en que se comienza a pensar, escribir y publicar sobre la libertad de pensamiento, la libertad de expresión, la libertad de escribir, la libertad de imprenta, la libertad de prensa y cuyo principal exponente, en relación con estas libertades públicas, sería un destacado político, periodista, historiador y escritor liberal mexicano de la Reforma: Francisco Zarco (1829-1869).

 

La atmósfera de libertad en México durante el siglo XIX se relacionó con el ideal alusivo al servicio de biblioteca «al público», con la premisa referida a la apertura de las bibliotecas al público, tal como asevera Lafuente (1992, p. 24):

 

La introducción de la idea de la libertad de pensamiento y de la libertad de imprenta como fundamentos para conseguir la difusión de la ideas, trajo consigo la necesidad de modificar, al mismo tiempo, aquellas concepciones que dificultaban la libre circulación de los impresos; entre ellas, la de uso de la biblioteca, sobre todo, la idea de incorporar a la biblioteca como servicio público y centro de difusión ideológica, de acceso a todo el público y sin ninguna restricción.

 

Se observa que el ánimo público liberal fue radicalmente diferente respecto al espectro público colonial expresado por las autoridades diocesanas. El brío liberal era una aspiración republicana y democrática, una política de Estado; la utopía clerical aludió, desde tiempos del obispo Palafox y Mendoza, a lo permitido por el canon orientado por las funciones y actividades de la clerecía, por la política imperante del yugo colonial, conformado este orden social por el dogma católico y la política de la monarquía. Si es que el fondo cultural de las luchas armadas a lo largo del siglo XIX en México fueron las recias luchas ideológicas, caracterizadas estas últimas por las tenaces batallas de ideas en el que el papel de los medios intelectuales de producción (imprentas y bibliotecas, libros y periódicos) sería relevante para los diferentes bandos en pugna: insurgentes y realistas, republicanos y monárquicos, conservadores y liberales.

 

Recordemos que Melchor Ocampo (1814-1861), otro político liberal y defensor de la libertad de imprenta, nos legó un testimonio sobre la «Biblioteca Palafoxiana» que escribió en 1836, el cual se publicaría en el tomo tres de sus Obras completas (Ocampo, 1901). En relación con el funcionamiento y el estado de aquel centro bibliotecario eclesiástico, Ocampo revela en ese documento histórico la continuación del modelo estancado que predominó durante colonia en ese espacio bibliográfico. Los cambios en la estructura social y política del país, derivados de los primeros años de vida independiente de la nación mexicana, no habían influido todavía en torno a las pretensiones de transformar esa institución cultural-religiosa en un espacio de carácter público, de lectura pública, a tono de lo que expresaba Zarco en el periódico El Demócrata (9 de julio de 1850) con respecto al «espíritu público», al bien público, al bien general, al bien de la mayoría del pueblo, a la felicidad pública: “para que haya verdadero espíritu público se necesita instruir y moralizar a las clases todas del pueblo, y a esto deben dirigirse los esfuerzos de los gobiernos…” (Zarco, 2013, p. 44).

 

La idea de que la instrucción destinada al pueblo requería entonces de escuelas y bibliotecas públicas comenzaría a fraguarse paulatinamente durante esos años convulsos en la mentalidad liberal republicana. El rezago de la nación en lo que correspondía a instituciones públicas, incluidas las de carácter bibliotecario, era notorio. La preocupación por el estado que guardaban algunas bibliotecas de colegios pertenecientes al clero durante las primeras décadas de la recién nación mexicana estuvo latente en la mira de varios intelectuales liberales, tales como Guillermo Prieto (1818-1897) y Carlos María de Bustamante (1774-1848), según refiere Lafuente (1992, p. 19).

 

Ellos y otros pensadores liberales manifestaron así su deseo de ver el desarrollo de instituciones democráticas que permitiesen crecer las necesidades intelectuales del pueblo. Las bibliotecas religiosas, entre ellas la Palafoxiana, serían un relevante objetivo de lo que conocemos como las Leyes de Reforma, expedidas en un lapso de ocho años (1855-1863), esto es, durante los gobiernos de Juan Álvarez, Ignacio Comonfort y Benito Juárez. Cabe mencionar al respecto dos leyes que ayudaron a mejorar el acceso a la información y a secularizar el servicio de biblioteca en el México independiente: Ley de imprenta de José María Lafragua y Ley de Nacionalización de Bienes Eclesiásticos. La primera expedida el 27 de enero de 1857; la segunda decretada por Benito Juárez el 12 de julio de 1859. Al amparo de esta legislación pronto las bibliotecas religiosas en tanto bienes eclesiásticos se convertirían en responsabilidad política de Estado. En este marco de recomposición de instituciones bibliotecarias heredadas del régimen colonial, el caso de la Biblioteca Palafoxiana fue un caso ejemplar.

 

De modo que, conforme avanzaba el siglo XIX, cada vez más se acercaba el fin del poder omnímodo clerical concerniente a la imprenta y los libros, a las bibliotecas y la lectura. Poder que nunca logró cuajar el espíritu público en los cuadrantes culturales de estas categorías simplemente porque no existió, en el contexto colonial: 1] un mundo civilizado caracterizado por el principio del bien público y 2] el mínimo grado de una república democrática como forma de gobierno. En virtud de este déficit político-estatal a la Biblioteca Palafoxiana no puede ubicársele, como se ha venido argumentando, en las coordenadas de “lo público” y “el público”. Esta situación impidió que ese centro bibliotecario reflejase un movimiento social favorable en torno tanto a la circulación pública de sus colecciones como a la práctica de la lectura pública.

 

El nuevo orden social, el orden liberal, para imponer su ideología de beneficio público como uno de los componentes de su ideología dominante debía necesariamente desplazar a la Iglesia como institución prominente, hasta entonces responsable de la organización de la sociedad. En razón de esto, las bibliotecas coloniales-religiosas, en tanto relevantes soportes ideológicos al servicio del clero, serían importante objetivo de las Leyes de Reforma. 

 

Referencias

 

Lafuente López, Ramiro. (1992). Un mundo poco visible: imprenta y bibliotecas en México durante el siglo XIX. México: Universidad Nacional Autónoma de México.

 

Ocampo, Melchor. (1901). Biblioteca Palafoxiana. En Obras completas. Tomo III. Letras y ciencias. México: F. Vázquez Editor. pp. 264-270

 

Zarco, Francisco. (2013). Escritos sobre la libertad de imprenta. México.  Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, Dirección General de Publicaciones. 


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FELIPE MENESES TELLO

Cursó la Licenciatura en Bibliotecología y la Maestría en Bibliotecología en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Doctor en Bibliotecología y Estudios de la Información por la (UNAM). Actualmente es profesor definitivo de asignatura en el Colegio de Bibliotecología de la Facultad de Filosofía y Letras de UNAM. En la licenciatura imparte las cátedras «Fundamentos de Servicios de Información« y «Servicios Bibliotecarios y de Información» con una perspectiva social y política. Asimismo, imparte en el programa de la Maestría en Bibliotecología y Estudios de la Información de esa facultad el seminario «Servicios Bibliotecarios para Comunidades Multiculturales». Es coordinador de la Biblioteca del Instituto de Matemáticas de esa universidad y fundador del Círculo de Estudios sobre Bibliotecología Política y Social (2000-2008) y fue responsable del Correo BiblioPolítico que publicó en varias listas de discusión entre 2000-2010. Creó y administra la página «Ateneo de Bibliotecología Social y Política» en Facebook.