BIBLIOTECAS, SOCIEDAD Y ESTADO


  • Relação entre as bibliotecas, as ações dos profissionais que nelas atuam e o estado.

EL PARADIGMA PÚBLICO DE LA BIBLIOTECA PÚBLICA - XXI

El poderío religioso, vinculado estrechamente con el poderío civil, requirió de instituciones bibliotecarias en donde se pudieran ilustrar los sacerdotes encargados de potenciar las tareas de la evangelización y catequesis, es decir, de fortalecer profusamente el adoctrinamiento de los vencidos en el catolicismo por el Imperio español. Desde esta perspectiva, el denominado Real y Pontificio Seminario Palafoxiano fungió como un instrumento coadyuvante de control social-político-religioso; y su magnífica Biblioteca como eficaz puntal para colaborar en la ansiada conquista espiritual, indispensable para consolidar el proceso de colonización. En la contextura de la expansión de la cultura dominante, como proyecto de penetración persiste e inevitable, las bibliotecas novohispanas, como la Palafoxiana, se convirtieron en instrumentos primordiales de poder pacífico en manos del clero.

 

Acorde con los tiempos en que se impartían las diferentes cátedras en lo que fue el primer seminario conciliar de la Nueva España, el horario de servicio de la Biblioteca Palafoxiana se acotó para apoyar, con peculiar esmero, la práctica de la lectura académica de profesores y estudiantes interesados en las cátedras propias que se impartían en un contexto impregnado de intenso dogma católico. Marco cultural concerniente a pulir las prácticas litúrgicas y la disciplina del clero secular y regular de aquella época. En un sistema de dominación colonial, ese centro bibliotecario se cimentó en normas privativas a preparar los cuadros que habían de tomar en sus manos el mando espiritual de las comunidades bajo el régimen del cristianismo.  

 

La calidad de una biblioteca está en estrecha relación con los acervos que desarrolla y los servicios que presta. Pero existe una política importante para el disfrute de estos elementos en el espacio bibliotecario que no puede pasar desapercibida, puesto que de ella depende que los lectores tengan mayores oportunidades para usar los acervos. Nos referimos en concreto al horario que la biblioteca abre sus puertas a los lectores. En este sentido, la Biblioteca Palafoxiana no se distinguió, conforme a las Reglas y ordenanzas del obispo Francisco Fabián y Fuero, por contar con un generoso horario, por el contrario, ese local funcionó mediante una corta jornada de trabajo. Esto debido a que no se practicó un horario continuo sino con un intervalo de tres horas. Es decir, entre las doce y tres de la tarde la Biblioteca debía mantenerse cerrada.

 

De tal modo que, como en tiempos de Palafox, el horario de apertura de ese recinto bibliotecario no difirió en cuanto al número de horas, pues continuó siendo muy limitado. Las cláusulas VII y VIII dan cuenta del horario matutino y vespertino respectivamente. La jornada de servicio de biblioteca estaba pensada para apoyar esencialmente las cátedras que se impartían en los colegios de San Pedro y San Juan. Esto fue así en virtud de que se trataba en realidad de un servicio de biblioteca religiosa destinada, como se ha subrayado, a apoyar el trabajo de la comunidad académica del Seminario Tridentino de Puebla.  En suma, se ordenaba abrir todos los días cinco horas al día y máximo hasta seis durante el periodo en el que la luz del día se prolongaba:

 

A fin de que goce el público de la utilidad que ofrece la erección de dicha nuestra biblioteca, ordenamos que en todos los días, en que conforme a nuestro decreto de cátedras […] en los expresados nuestros colegios, esté abierta la biblioteca por la mañana desde las nueve hasta las doce […].

 

Como hay variedad en la estación de los tiempos, conviene también alterar el método y asistencia a la enunciada nuestra biblioteca  por las tardes, y así mandamos que desde el día 20 de marzo hasta el 18 de octubre en que son largos los días, permanezca abierta desde las 3 hasta las 6 de la tarde, y en resto del año desde la propia hora de las 3, hasta las 5, respecto de anochecer algo más temprano (Torre, 1960, p. 61).

 

Por ningún motivo y por nadie se debía quebrantar ese relajado horario de servicio de biblioteca. La autoridad clerical sabía que el estrecho lapso dedicado a ofrecer servicio bibliotecario  podía tener negativos comportamientos por parte de algunos lectores. Este problema Fabián y Fuero lo previo a través de la ordenanza número XVI, mediante la cual fue lo suficientemente elocuente y estricto al ordenar:

 

A ninguna persona de cualquier estado, dignidad o condición que sea, por ningún pretexto, causa o motivo por urgente que fuere, como por ejemplo los de oposición en nuestra Santa Iglesia, u otro semejante, se permita detenerse en la mencionada biblioteca por más tiempo, que el que queda definido en estas ordenanzas, por lo que al dar en nuestra santa iglesia la hora de las doce por la mañana, y por la tarde la de las cinco o las seis, según el tiempo que fuere, sin que el bibliotecario tenga que trabar palabra tocará el mozo o sirviente de la biblioteca una campanilla en su puerta principal, y al punto pondrán todos en las mesas los libros en que estaban leyendo o los devolverán al propio bibliotecario, y se saldrán sin dilación silenciosamente, pero disponiendo siempre el bibliotecario de semana antes de cerrar la biblioteca, que queden colocados en su respectivo estante, y lugar todos los libros (Torre, 1960, p. 64).

 

Si es que el goce referente a la utilidad de esa biblioteca por parte del selecto público estuvo sumamente limitado, pues el obispo Fabián y Fuero determinó un horario muy restringido. Así, dado que el uso de los acervos se acotó a la jornada establecida, el lector novohispano de ese tiempo, con la necesidad y posibilidad de acudir a ese servicio, pudo con cierta frecuencia quedar insatisfecho a consecuencia del toque de la campanilla que le interrumpía su labor de estudio y que le recordaba que tenía que suspender la lectura de los libros que requería y abandonar sin demora el recinto. En virtud de esta situación, el nivel de satisfacción de las necesidades de los lectores es probable que en la práctica haya quedado en un segundo plano. Esta limitada disposición de horario ¿obstaculizó la propagación de la fe como ideología en algunos círculos del clero? Asimismo, ¿habrá coadyuvado a la marginación o segregación entre los  lectores internos y externos de la Biblioteca Palafoxiana?

 

Referencia

 

Torre Villar, Ernesto de la. (1960). Nuevas aportaciones acerca de la Biblioteca Palafoxiana. Boletín de la Biblioteca Nacional. 2ª época, 11 (1): 35-66

 


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FELIPE MENESES TELLO

Cursó la Licenciatura en Bibliotecología y la Maestría en Bibliotecología en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Doctor en Bibliotecología y Estudios de la Información por la (UNAM). Actualmente es profesor definitivo de asignatura en el Colegio de Bibliotecología de la Facultad de Filosofía y Letras de UNAM. En la licenciatura imparte las cátedras «Fundamentos de Servicios de Información« y «Servicios Bibliotecarios y de Información» con una perspectiva social y política. Asimismo, imparte en el programa de la Maestría en Bibliotecología y Estudios de la Información de esa facultad el seminario «Servicios Bibliotecarios para Comunidades Multiculturales». Es coordinador de la Biblioteca del Instituto de Matemáticas de esa universidad y fundador del Círculo de Estudios sobre Bibliotecología Política y Social (2000-2008) y fue responsable del Correo BiblioPolítico que publicó en varias listas de discusión entre 2000-2010. Creó y administra la página «Ateneo de Bibliotecología Social y Política» en Facebook.