BIBLIOTECAS, SOCIEDAD Y ESTADO


  • Relação entre as bibliotecas, as ações dos profissionais que nelas atuam e o estado.

EL PARADIGMA POLÍTICO DE LA BIBLIOTECA PÚBLICA VI

Ocupémonos ahora de otros sucesos, del nexo que existe entre «bibliotecas, política y guerra»; pero de cuando las bibliotecas públicas se hallan a distancia de la catástrofe  que provoca el teatro bélico, es decir, en circunstancias cuando el servicio de biblioteca pública funciona alejado de la contienda. Analicemos cómo afecta la guerra a esos centros bibliotecarios en un Estado que tiene que destinar importante cantidad de recursos para las fuerzas armadas que se preparan para marchar rumbo al combate y de los que retornan heridos; cómo el gremio bibliotecario público se prepara para hacer frente no solamente a la crisis económica sino también a la incertidumbre de posibles ataques por parte del Estado enemigo. Apreciemos cómo la reacción de los bibliotecarios públicos en tiempos de guerra ha estado condicionada por las diversas fuerzas sociales, políticas, económicas, institucionales, psicológicas y culturales. Fuerzas que influyen, apremian y moldean el desarrollo de las colecciones y la administración de los servicios. La literatura monográfica sobre la temática (Wiegand, 1989; Haring, 1989; Stieg, 1992; Stubbings, 1993; Beker, 2005)  evidencia que las bibliotecas públicas funcionan para servir al Estado en situación de conflicto bélico; instituciones de información y lectura que se esfuerzan por colaborar para que el máximo organismo político-estatal logre la victoria. Observemos cómo el fenómeno político de la guerra ha sido una experiencia especial para demostrar el valor de la biblioteca pública como instrumento activo que, por posturas cívicas patrióticas, omite el principio de la neutralidad. Tomemos como referente concreto el caso de las bibliotecas públicas de los Estados Unidos durante la Primera Guerra Mundial, también denominada la Gran Guerra.     

 

En ese país se tiene noticia que durante la Guerra Civil (1861-1865) se distribuyeron materiales de lectura para las tropas, entre los que sobresalían los libros, las revistas y los periódicos (Kaser, 1984). Sin embargo, el primer programa organizado de biblioteca estadounidense en  situación de conflicto bélico se desarrolló durante la Primera Guerra Mundial (1914-1918), bajo los auspicios de la American Library Association (ALA). A través de la recaudación de fondos y campañas de libros, se crearon bibliotecas que se enviaban por correo. Ese servicio ultramar de biblioteca fue un programa de extensión de la ALA, organismo que desempeñó un papel activo en la prestación de servicios bibliotecarios a soldados y marineros que combatieron en aquella primera conflagración mundial. El libro War Service of the American Library Association (Koch, 1918) es uno de los mejores testimonios sobre el tema. Proeza que evocaría el teniente coronel Lieutenant Colonel Ray L. Trautman, jefe del Army Library Service en tiempos de la Segunda Guerra Mundial, al escribir: “Durante la Primera Guerra Mundial, la American Library Association supervisó el funcionamiento de las bibliotecas y la adquisición de libros y publicaciones periódicas para los soldados, tanto en los Estados Unidos como en Europa” (Trautman, 1945, p. 54).

 

La relación entre «bibliotecas y guerra» en el entorno estadounidense en la segunda década del siglo XX se ha documentado, además, mediante tarjetas postales y carteles que produjo la ALA para dar a conocer su Library War Service (LWS), bajo la dirección de Herbert Putman, entonces bibliotecario del Congreso. Putman es a quien se debe la solicitud a la ALA para que se creara un servicio de biblioteca para el medio millón de combatientes apostados en los acantonamientos y campos de entrenamiento que había en los Estados Unidos y en el frente de Europa (Harig, 1989, p. 2).  Así,  el LWS comenzó con la creación del Committee on Mobilization y los War Service Plans en 1917. Putman fue nombrado presidente del comité y sería el líder para administrar el servicio desde una sala de conferencias de la Library of Congress (Koch, 1918, p. 5), cargo que ocupó hasta diciembre de 1919. En general, el LWS se considera como el proyecto más ambicioso y exitoso de la ALA en su historia.

 

Asimismo, las bibliotecas públicas cercanas a los campos de entrenamiento serían convocadas para proporcionar literatura especial a los que se preparaban como combatientes. La biblioteca pública estadounidense en los avatares de ese conflicto bélico ocupó, con el apoyo de la ALA, el primer plano en cuanto a la gestión de servicios bibliotecarios para civiles y militares.

 

La contribución de las bibliotecas públicas americanas fue la más completa de cuantos países intervinieron en la contienda. Desde que Estados Unidos entró en guerra en abril de 1917 las bibliotecas se convirtieron en un instrumento de propaganda al servicio del gobierno federal. (González, 2011, p. 237).

 

En concordancia con este punto de vista, se sabe que esas bibliotecas abrieron sus salas de reuniones y espacios para convertirse en instituciones responsables en tiempos de guerra, es decir, dedicaron o prestaron espacios para montar exposiciones relacionadas con la guerra (temas sobre la devastación, la vida en prisión, el trabajo de reconstrucción, la revolución rusa, las mujeres y la guerra, los refugiados, etcétera); adquirieron y distribuyeron material bibliográfico sobre temas inherentes a la guerra; difundieron información a solicitud de algunas agencias gubernamentales, entre otras tareas que llevaron cabo (Wiegand, 1989, p. 134). Como centros de información, se asevera: “Las bibliotecas públicas en todo el país voluntariamente distribuyeron millones de folletos y miles de panfletos a través de sus escritorios de circulación”. (Wiegand, 1989, p. 135). De esta manera, esas bibliotecas se volcaron a satisfacer las necesidades bélicas del Estado. Necesidades de propaganda político-bélica para inculcar, entre la sociedad estadounidense, las ideas políticas consideradas apropiadas a ese tiempo de crisis. Por esto Wiegand explica en su libro que la biblioteca pública estadounidense en la Primera Guerra Mundial fue, en efecto, un «instrumento activo de propaganda». No hubo cabida en ese tiempo para la práctica de la neutralidad, postura pueril que comúnmente adopta y defiende parte del gremio bibliotecario público de esa nación en tiempos de paz.

 

Así, el personal de esas bibliotecas adquirió y proporcionó libros y  revistas para: apoyar la instrucción en asuntos militares; orientar la producción y conservación de alimentos; elaborar bibliografías y guías de libros sobre temas de la guerra; despertar el valor del patriotismo; distribuir noticias sobre la guerra; satisfacer las necesidades de información  de las nuevas industrias referentes a materiales de guerra; compilar, organizar, registrar e indizar información que auxiliara a varias agencias como la Cruz Roja, los consejos para la defensa nacional, entre otras organizaciones cívicas, empresariales y militares. En otros casos, algunas bibliotecas públicas permitieron que sus salas de lectura se convirtieran en salas de trabajo para impartir clases sobre cómo elaborar apósitos quirúrgicos y para aprendizaje del idioma francés; otros centros bibliotecarios otorgaron el debido permiso para que organizaciones cívicas utilizaran sus instalaciones como estaciones receptoras de alimentos en conserva que luego se enviaban a zonas hospitalarias del ejército. La responsabilidad social de la biblioteca pública en los Estados Unidos al servicio del Estado en guerra se elevó en ese tiempo a rango de “deber claro e inmediato”, tal como lo manifestó el director de la New York State Library en Albany en su informe de 1917. Se requirió prácticamente convertir la biblioteca pública en un centro de información militar para el Estado y así sirviera con eficacia a las necesidades de quienes investigaban las estrategias y tácticas para el ataque y la defensa (Wiegand, 1989, p. 36).  

 

En julio de 1917 la ALA comenzó a publicar el boletín War Service Library Week en el que se planteó la pregunta ¿Cómo puedo ayudar a ganar la guerra? El gremio bibliotecario de esa nación, inspirado en la noción del ciudadano patriótico, consideró que era la oportunidad de ayudar a que los hombres cumplieran con su trabajo bélico de manera más rápida y eficaz. Para tal efecto, el personal de biblioteca que no estaba comprometido a ir al frente podía apoyar, desde la trinchera de sus bibliotecas, desarrollando colecciones de libros y folletos sobre temas inherentes a la guerra; y fomentando el uso de esos acervos y servicios lo más completo posible entre la población civil y el ejército. En esta contextura, las bibliotecas públicas y sus bibliotecarios “fueron capaces de usar la autoridad del Estado para ofrecer sus servicios al público estadounidense”. (Wiegand, 1989, p. 134).  Sus responsabilidades y objetivos estaban claramente definidos en torno a la Gran Guerra. De tal modo que aceptaron el desafío de adaptar sus servicios e instalaciones a las circunstancias del momento bélico que vivieron. 

 

Tanto el proceso de la lectura como el acto de leer entre los soldados ocuparon una importante atención entre el quehacer de esas instituciones bibliotecarias convertidas en plenas instituciones entregadas a fortalecer el Estado de guerra. De tal manera que:      

 

Leer tuvo una dimensión terapéutica. Restituía la humanidad perdida en el combate y ayudaba a recuperar el equilibrio anímico. Para los heridos que convalecían en hospitales militares y para los prisioneros de guerra, constituyó el alivio que hacía olvidar su situación.

La lectura también contribuyó a inculcar en los combatientes valores acordes a su condición de militares: obediencia, camaradería, abnegación o heroísmo (González, 2011, p. 233).

 

Durante una guerra los problemas de salud se incrementan considerablemente no solo  entre la población civil, sino también entre las fuerzas armadas. Motivo por el que es relevante la disponibilidad de información en materia de salud pública en tal situación de conflicto extremo. A principios del otoño de 1918, por ejemplo, la autoridad sanitaria solicitó a los bibliotecarios públicos su cooperación en la lucha contra las enfermedades venéreas para prevenir así a soldados y marineros que regresaban de la guerra. La biblioteca pública de Detroit, a solicitud expresa de la Comisión on Training Camp Activities (CYCA), preparó listas de lecturas sobre sexología para diferentes grupos de edad, haciendo hincapié en los grupos juveniles. El libro Plain facts on sex hygiene de William Lee Howard fue uno de los mejores textos que la ALA adoptó para hacerlo circular hasta en las «camp libraries» que coordinaba la CYCA. En relación con esta misma obra el Navy Department también giró instrucciones para que hicieran llegar ejemplares en cada una de sus bibliotecas. En este sentido, se reconoce la importante colaboración de la biblioteca pública estadounidense, pues entre abril de 1917 y noviembre de 1918 las enfermedades venéreas en el ejército se habían logrado reducir en más del 300 por ciento. (Wiegand, 1989, p. 37). 

 

Hemos dicho anteriormente que esas instituciones de lectura pública actuaron, durante la Gran Guerra, para despertar el valor del patriotismo. En razón de esto, también las bibliotecas públicas de los Estados Unidos en esos tiempos sirvieron como centros para fomentar el patriotismo entre la comunidad a través de canciones y discursos. Para tal efecto a esos organismos bibliotecarios se les requirió proporcionar música con canciones patrióticas; organizar eventos de oratoria patriótica; distribuir separadores de libros con himnos nacionales para ser cantados; repartir folletos gratuitos con canciones nacionales (Wiegand, 1989, p. 41).  De tal modo que las bibliotecas públicas de ese país no se mantuvieron al margen de los sentimientos que vinculaba al ser humano con su patria y nación en aquellos momentos cruciales.

 

Como se puede entender, durante la Primera Guerra Mundial el servicio de biblioteca pública para asistir al Estado de guerra que entonces lideró Thomas Woodrow Wilson en el bando denominado “Triple Entente”, se llevó a cabo a través de una rica gama de servicios de extensión bibliotecaria, tanto para los civiles como para los militares. La movilización que los profesionales de los libros y las bibliotecas llevaron cabo en esos años, complementó la movilización de pertrechos y tropas que se preparaban, marchaban y regresaban del frente. La ALA, mediante su Library War Service, logró organizar el servicio de biblioteca destinado a campamentos, buques, trincheras y hospitales militares (Koch, 1917; 1918). El apoyo de las bibliotecas públicas fue importante en este sentido. Así, la «war library», como idea y proyecto, entre las tropas transitó por el camino que debieron recorrer los soldados desde casa hasta los campos de batalla en Europa. De esta manera, figurarían peculiares expresiones en la literatura especializada, tales como: «camp libraries», «shipboard libraries», «ship libraries», «regimental libraries» y otras.

 

Explicar las implicaciones político-culturales de la guerra en términos de servicios de bibliotecas públicas, lejanas del teatro bélico, entraña entender las necesidades que el Estado norteamericano presentó durante esa guerra para mantener en alto la moral tanto de la población civil como de los militares, en la retaguardia como en la vanguardia. Así, en Green Bay, Wisconsin, “la Kellogg Public Library colocó un mapa de guerra grande en su tablón de anuncios para registrar los avances aliados diariamente. Los avances norteamericanos fueron identificados por una línea roja, blanca y azul” (Wiegand, 1989, p. 43), correspondientes a los colores de la bandera de los Estados Unidos.

 

Referencias

 

Becker, Patti Clayton. (2005). Books and libraries in American Society during World War II. New York: Routledge.

 

González Quesada, Alfonso. (2011). Soldados lectores: la movilización del libro durante la Gran Guerra. Zer: Revista de Estudios de Comunicación = Komunikazio Ikasketen Aldizkaria. 16 (30): 229-245

Harig, Katherine J. (1989). Library services to the armed forces, 1917-45. Libraries, the military, & civilian life. Hamden, Connecticut: The Shoe String Press. pp. 1-16

 

Kaser, David. (1984). Books and libraries in camp and battle: the civil war experience. Westport, Connecticut: Greenwood Press.

 

Koch, Theodore (1917). Books in Camp, Trench, and Hospital. New York: Rider Press, Inc.

 

Koch, Theodore Wesley. (1918). War Service of the American Library Association. Washington, D. C.: ALA War Service: Library of Congress.

 

Stieg, Margaret F. (1992). Public libraries in Nazi Germany. Tuscaloosa: University of Alabama Press

 

Stubbings, Hila Urén. (1993). Blitzkrieg and books: British and European libraries as casualties of World War II. Bloomigton, Indiana: Rubena Press.

 

Trautman, Lieut. Col. Ray L. (1945). Books and the soldier. En: Butler, Pierce (editor). Books and libraries in wartime. Chicago: University pf Chicago Press. pp. 53-66

 

Wiegand, Wayne A. (1989). An active instrument for propaganda: the American Public Library during World War I. New York: Greenwood Press.


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FELIPE MENESES TELLO

Cursó la Licenciatura en Bibliotecología y la Maestría en Bibliotecología en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Doctor en Bibliotecología y Estudios de la Información por la (UNAM). Actualmente es profesor definitivo de asignatura en el Colegio de Bibliotecología de la Facultad de Filosofía y Letras de UNAM. En la licenciatura imparte las cátedras «Fundamentos de Servicios de Información« y «Servicios Bibliotecarios y de Información» con una perspectiva social y política. Asimismo, imparte en el programa de la Maestría en Bibliotecología y Estudios de la Información de esa facultad el seminario «Servicios Bibliotecarios para Comunidades Multiculturales». Es coordinador de la Biblioteca del Instituto de Matemáticas de esa universidad y fundador del Círculo de Estudios sobre Bibliotecología Política y Social (2000-2008) y fue responsable del Correo BiblioPolítico que publicó en varias listas de discusión entre 2000-2010. Creó y administra la página «Ateneo de Bibliotecología Social y Política» en Facebook.