BIBLIOTECAS, SOCIEDAD Y ESTADO


  • Relação entre as bibliotecas, as ações dos profissionais que nelas atuam e o estado.

LA DESTRUCCIÓN, REPRESIÓN Y SAQUEO DE LA DOCUMENTACIÓN INDÍGENA DURANTE LA INVASIÓN-CONQUISTA ESPAÑOLA EN MESOAMÉRICA - II

Desde otra óptica, Soustelle, al referirse a los documentos manuscritos de carácter religioso en el contexto mexica, además de concordar respecto a la destrucción cuando escribe sobre los libros sagrados aztecas, nos ofrece algunos ingredientes sobre la existencia de esa naturaleza de acervos:

 

Estas obras, que se conservaban en los templos, se conocen con el nombre de códices; eran escritos en piel de gamo o en fibras de maguey por escribas (tlacuiloanime) que empleaban a la vez la pictografía, ideogramas y símbolos fonéticos. Los códices trataban del calendario ritual, de la adivinación, de las ceremonias y de especulaciones sobre los dioses y el universo. La mayor parte de esos textos fue destruida después de la conquista, pero han sobrevivido algunos especímenes notables [...]. (Soustelle; 1982, p. 45).

 

Acorde con lo expresado, no cabe duda que la devastación que debió causar mayor trauma entre los pueblos prehispánicos fue la de carácter cultural. Así, si nos adherimos al concepto amplio de cultura, es verdad cuando se asevera: 

 

[…] la pérdida más grande que sufrieron los vencidos fue la destrucción de muchas de sus creaciones culturales, desde sus templos y palacios hasta sus libros con pinturas y signos glíficos. Tal destrucción significó en alto grado la pérdida del antiguo saber acerca de las realidades divinas, humanas y naturales. […] Escaparon a las quemas unos pocos de esos libros, que nos permiten conocer algo de lo que era su contenido, sus formas de presentación, su valor inapreciable para acercarnos a la cultura nativa. (León-Portilla; 2003, p. 32).

 

En razón del conocimiento que nos ofrecen los historiadores en torno de los manuscritos mesoamericanos, se infiere que los fenómenos de destrucción y desplazamiento de la cultura documental indígena se suscitaron con el descubrimiento del continente americano en general, y con la llegada de los invasores-conquistadores-colonizadores españoles en particular. Punto de vista que se sintetiza cuando se aprecia: “La introducción de libros a México fue un hecho simultáneo a la conquista. Vinieron, literalmente, en manos del español desde el primer momento de la conquista.” (Osorio Romero; 1986, p.12). Empresa cultural que vino a suplir con atropello inaudito el universo cultural bibliográfico del pensamiento indígena. Los excesos de la agresión por parte de los invasores primero, de los colonizadores después en torno de ese cosmos documental indígena, se pueden entender cuando los historiadores coinciden en señalar la devastación y pérdida casi total de los testimonios nativos registrados en códices y monumentos. Es decir:

 

Entrado el siglo XVI, la expresión de la palabra indígena en tierras mexicanas, al igual que la cultura prehispánica en su totalidad, recibió el impacto violento de la invasión de los que se conocieron como los “hombres de Castilla”. Reabrió así un nuevo periodo a lo largo del cual muchos testimonios de la antigua palabra en diferentes lenguas se perdieron para siempre.  (León-Portilla; 1992, p. 16).

 

Se deduce por lo tanto que la cultura documental en el contexto mesoamericano fue aniquilada mediante mecanismos de destrucción y represión. El binomio destrucción-represión estuvo estrechamente vinculado con el de conquista-colonización. A los actos pirómanos de los agresores españoles de aquel tiempo hay que añadir los actos de pillaje que cometieron ellos y otros durante y después de esos procesos duales. De tal modo que hoy se afirma: “En la Biblioteca Nacional de París hay códices obtenidos por ventas dudosas y saqueos. […] La lista es extensa, y produce vértigo conocer que los más importantes se hallan en Europa, saqueados”. (Báez; 2008, p. 72). En este contexto de timo y abuso, entre los ladrones históricos sobresalen quienes han pertenecido a grupos de la mafia católica y personas sin escrúpulos enclavados en el poder del Estado, burocracia cleptómana en todo caso. Báez, en relación con el fenómeno del robo cultural, realidad esquizofrénica a todas luces, es elocuente al afirmar:

 

Desde un primer instante, en la etapa de exploración, la desnaturalización y descertificación de la memoria histórica de América Latina significó manipulación, quema, desarticulación o censura y esto fue constante vil que prevaleció en todas las naciones que contribuyeron con tan indignantes crímenes. No hubo excepción: el monopolio comercial y delictivo fue cultural. […]

La tradición de pillaje y devastación cultural fue indetenible y no se confinó a los siglos XVI y XVII: la verdad es que jamás cesó tal descalabro. En ese sentido, he observado que el saqueo ha tenido tres etapas: conquista, colonialismo y poscolonialismo. (Báez; 2008, pp. 41 y 45).

 

Para ofrecer una visión completa de la cultura indígena, es preciso considerar la historia de la destrucción documental nativa mediante diversos mecanismos, en el que se incluya el hurto constante entre las diferentes dimensiones del exterminio histórico de la memoria aborigen; se hace necesario entonces estudiar con erudición y talento este fenómeno que padecieron los antiguos mexicanos. De modo que nos permita observar también cómo la cultura documental colonial destronaría abruptamente a la cultura documental indígena; cómo los libros del peninsular destituirían así, prácticamente de golpe, a los libros primitivos de la región conocida como Mesoamérica, pues como se afirma:

 

Con celo y saña se quiso borrar para siempre el recuerdo. Se quemaron libros y códices. Se trató de silenciar el aliento, los cantos, relatos y discursos, la historia, sustento mismo del ser de los primeros pobladores de México. (León-Portilla; 2003, p. 43).

 

Así se perdió una cantidad incalculable de la sabiduría cosmogónica y acervos con testimonios, valores y conocimientos necesarios que habían logrado acumular aquellos pueblos originarios en relación con problemas, acontecimientos e ideas que entrañaron su supervivencia durante siglos; colecciones de códices o libros autóctonos con información referente a asuntos administrativos, educativos, religiosos, astronómicos, genealógicos, cronológicos, mineros, metalúrgicos, militares, políticos, geográficos, medicinales, históricos y sociales de diversa índole. Libros manuscritos auténticos mexicas, mayas, mixtecos, zapotecos, otomíes, purépechas, toltecas y de otras civilizaciones mesoamericanas de raíz milenaria no menos relevantes, sucumbieron por la acción destructiva de los conquistadores. Desaparecer todo elemento de cultura indígena para así imponer la cultura dominante de los europeos fue el objetivo principal de esa destrucción masiva. Ante tal memoricidio:

 

Los mal llamados indios quedaron sojuzgados, desposeídos de lo que había sido su  antorcha, su luz, en el mundo. Arrinconados, tenidos como gente de bajo quilate, su destino fue obedecer, servir a quienes se enseñorearon en los tres siglos de la Nueva España y luego en lo que ya casi dos de vida independiente de México. (León-Portilla; 2003, p. 43).

 

Al ser destruidos o arrebatados los libros de pinturas y derruidas sus bibliotecas y escuelas nativas, el mundo indígena prehispánico llegó al final. La grandeza de esas instituciones culturales, símbolos del pensamiento y acción de los antiguos pueblos mesoamericanos, se extinguió para siempre. Mientras tanto, los escasos manuscritos iluminados seguirán suscitando constantes intereses, estudios e investigaciones alrededor del mundo, aunque también codicia. De tal suerte que si las bibliotecas prehispánicas dejaron de existir como procesos de la cultura superior aborigen, algunas bibliotecas de hoy en día continuarán rebosando sus estantes con libros que tratan las formas más antiguas de conservar la memoria indígena de esos tiempos.  

 

De acuerdo con lo expuesto, se concluye que la hecatombe a raíz de la invasión-conquista española afectó con particular tirria la memoria histórica indígena, pues ésta fue objeto de ataque, represión, fuego, robo y censura. El proceso de aniquilamiento fue sistemático, feroz e implacable. Así, hoy sabemos que gran parte de la memoria escrita de Mesoamérica desapareció; que los caxtiltecas, los hombres de Castilla que al comienzo fueron erróneamente vistos por los aztecas como seres enviados por Quetzalcóatl (deidad principal o Ser Supremo), terminaron siendo denominados acertadamente por los vencidos como popolocas, bárbaros, pues la nación mexicana había sido herida de muerte y con esto el fermento más relevante que reflejó el esplendor de lo que se conoce en los anales de la historia universal como cultura superior precolombina, evidente a través de los antiguos libros de pinturas, terminó en tragedia. Esto significó el cataclismo de la sabiduría de hombres y mujeres que forjaron la civilización mesoamericana; que vivieron, hace siglos, en el México indígena.     

 

 

Bibliografía

 

Báez, Fernando. (2008). El saqueo cultural de América Latina: de la conquista a la globalización. México: Debate.

 

León-Portilla, Miguel. (2003). Obras de Miguel León Portilla. Tomo1. Pueblos indígenas de México: autonomía y diferencia cultural. México: Universidad Nacional de México; el Colegio Nacional.

 

---------------. (1992). Literaturas indígenas de México. México: Fondo de Cultura Económica, MAPFRE.

 

 

Osorio Romero, Ignacio. (1986). Historia de las bibliotecas novohispanas. México: SEP, Dirección General de Bibliotecas.

 

Soustelle, Jacques. (1982). El universo de los aztecas. México: Fondo de Cultura Económica.

 


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FELIPE MENESES TELLO

Cursó la Licenciatura en Bibliotecología y la Maestría en Bibliotecología en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Doctor en Bibliotecología y Estudios de la Información por la (UNAM). Actualmente es profesor definitivo de asignatura en el Colegio de Bibliotecología de la Facultad de Filosofía y Letras de UNAM. En la licenciatura imparte las cátedras «Fundamentos de Servicios de Información« y «Servicios Bibliotecarios y de Información» con una perspectiva social y política. Asimismo, imparte en el programa de la Maestría en Bibliotecología y Estudios de la Información de esa facultad el seminario «Servicios Bibliotecarios para Comunidades Multiculturales». Es coordinador de la Biblioteca del Instituto de Matemáticas de esa universidad y fundador del Círculo de Estudios sobre Bibliotecología Política y Social (2000-2008) y fue responsable del Correo BiblioPolítico que publicó en varias listas de discusión entre 2000-2010. Creó y administra la página «Ateneo de Bibliotecología Social y Política» en Facebook.