BIBLIOTECAS, SOCIEDAD Y ESTADO


  • Relação entre as bibliotecas, as ações dos profissionais que nelas atuam e o estado.

ANA MARÍA MAGALONI: SU PENSAMIENTO SOCIAL Y POLÍTICO EN TORNO A LA BIBLIOTECA PÚBLICA

 

Dra. Ana María Magaloni (1941-2023)

Introducción

Ana María Magaloni, licenciada, maestra y doctora en Bibliotecología, falleció el 1 de diciembre de 2023. Así, como una muestra de mi gratitud por los conocimientos que adquirí de ella como profesora del Colegio de Bibliotecología de la Universidad Nacional Autónoma de México, dedico este escrito en recuerdo, in memoriam. Asimismo, este texto es para reconocer su gran legado que dejó al pueblo de México en materia de bibliotecas públicas, así como su notable contribución a la praxis bibliotecaria pública mexicana, entendiendo la palabra praxis como la suma de su pensamiento y acción con miras a producir una esencial transformación social. Para ella, mi perdurable agradecimiento.

Así que esta vez se trata de exponer el pensamiento social y político de la doctora Ana María Magaloni Gómez Rul en torno a la biblioteca pública. Asunto hasta ahora inadvertido, desatendido u olvidado. Al respecto, su mirada teórica la centró principalmente en la biblioteca pública mexicana, pero con referentes teóricos universales y con miras de ponerla en práctica. En efecto, como fundadora e impulsora de la Red Nacional de Bibliotecas Públicas (RENABIP) de México, caviló en cómo debía ser en la realidad este tipo de bibliotecas generales, gestionadas sustancialmente para servir al pueblo, abiertas a la comunidad, libres para todos. Como se constata en el presente discurso, el espíritu democrático de Magaloni fue el fundamento central que orientó y caracterizó su quehacer para mejorar los servicios bibliotecarios dirigidos a las presentes y futuras generaciones de ciudadanos. Quienes hemos visitado y hecho uso de las bibliotecas públicas metropolitanas, centrales estatales y municipales, sabemos que el pensamiento socio-político de esta doctora en Bibliotecología se ha hecho realidad. Reconozcamos, en su justa dimensión, que, sin el empeño y la tenacidad de esta profesional de las bibliotecas, el desarrollo del sistema de bibliotecas públicas en México no hubiese alcanzado el nivel y el alcance que observamos hoy y que beneficia a millones de mexicanos.  

Quienes han escrito sobre el tema de esa Red Nacional y han omitido referencias sobre el trabajo que realizó la bibliotecóloga Magaloni para crear, desarrollar y consolidar tal entramado de bibliotecas públicas en México, es muestra no solamente de ingratitud y menosprecio, sino de supina ignorancia (véase al respecto: Martínez Arellano; Martínez del Prado, 2007, pp. 53-65). Pese a esto, la RENABIP es la obra socio-política bibliotecaria de esta profesora que seguirá brillando con luz propia en los anales de la historia de la lectura y de las bibliotecas públicas en México. Por este motivo, su nombre debe fulgurar entre la ilustre pléyade bibliotecaria mexicana y su legado en la literatura especializada referente a esta temática.

 

La biblioteca pública, objeto de política socio-cultural

La maestra Magaloni no pasó inadvertido el antecedente histórico del funcionario público José Vasconcelos (1882-1959) en cuanto a la necesidad de crear bibliotecas públicas para el pueblo mexicano y a quien se le acredita la creación del “primer sistema de bibliotecas”, constituido por bibliotecas populares, públicas, obreras, escolares, sindicales, ambulantes y otras (Sametz,1991, p.12; Sametz, 2009). Movimiento cultural acaecido a partir de la segunda década del siglo XX. Al respecto percibió los dos ejes esenciales que puso en práctica aquel político mexicano: la creación de importantes bibliotecas públicas en la ciudad de México; y la edición y distribución masiva de libros para crear nuevas bibliotecas municipales y de otros tipos. Política cultural para hacer llegar esos libros a todos los rincones del país. Así, reconoció: “Las bibliotecas creadas por Vasconcelos son recordadas como el primer gran esfuerzo de los gobiernos de los años veinte por extender los beneficios de la lectura a todos los mexicanos”. Desde este punto de vista, una de las premisas que inspiró a la maestra Magaloni fue, en la esfera de las bibliotecas públicas, la «lectura para todos». Es decir, bibliotecas para garantizar “el acceso gratuito a la lectura a los habitantes de toda la República” (Magaloni, 1992a, p.129), como vía para la equiparación de oportunidades. De modo que reafirmó, casi al final de su labor como directora, que la RENABIP se instaló: “Con el propósito de que los mexicanos tuviéramos igualdad de oportunidades de acceso gratuito a la lectura” (Magaloni, 2000, p. 41). Y de esta forma constituir lo que en el presente siglo se ha dado en llamar un «país de lectores» o una «República de lectores». Hubiese sido imposible pensar en estos postulados políticos de hoy en día sin el impulso de Ana María Magaloni durante el periodo (1983-2001) en que fue la líder de concebir e instituir una extensa red de bibliotecas públicas en México.

A fines de la década de los setenta, uno los proyectos más deseados de la Secretaría de Educación Pública, escribió ella, fue: La educación para todos. Lema que se puso en marcha en marzo de 1978 con el programa de educación de adultos (Greaves, 1988, p. 352). Bajo este ideal democrático, aseveró: “Como bibliotecarios nos llama particularmente la atención, dentro del objetivo de hacer llegar a todos los sectores de la Patria el don de la palabra escrita, la idea de establecer seis mil salas de lectura para poner libros a la disposición del mayor número posible de personas” (Magaloni, 1979, p.65). Esta aserción podría considerarse un acercamiento a su notorio pulso democrático que la caracterizaría para conformar la red de bibliotecas públicas, distribuidas en todo el territorio nacional. Así, cinco años más tarde, su espíritu democrático en materia de lectura pública se irá materializando con la creación, el desarrollo y la consolidación de la RENABIP. Política sociocultural adherida a los postulados «bibliotecas para todos», «libros para todos», «lectura para todos». Es decir, servicios de biblioteca dirigidos tanto a poblaciones rurales como urbanas, impulsando así la amplia circulación de los libros y fomentando el hábito de la lectura. Al respecto afirmó que a través del funcionamiento de la Red Nacional: “los municipios rurales y urbanos tienen la misma oportunidad que las ciudades grandes para ofrecer los servicios bibliotecarios a la población” (Magaloni, 1997, p. 20). Por esto, ella procuró generar una mejor imagen social de la biblioteca pública entre la población mexicana. 

1983 es el año en que inicia el establecimiento de la RENABIP. Se trató de una política pública presidencial porque fue el presidente constitucional Miguel de la Madrid Hurtado (1934-2012) quien tomó la decisión, según Magaloni, de “proporcionar a los mexicanos igualdad de oportunidades de acceso gratuito a la lectura”, por lo que “ordena la ejecución del Programa Nacional de Bibliotecas Públicas, cuyo objetivo es crear una Red Nacional de Bibliotecas Públicas” (1992b, p. 73). Programa inscrito en el Plan Nacional de Desarrollo 1983-1988. Red prevista, asimismo, en el Programa Nacional de Educación, Cultura, Recreación y Deporte 1984-1988. De modo que afirmó que en “las ciudades grandes y las pequeñas, los pueblos y los municipios podrán contar con los servicios bibliotecarios que necesiten” (Magaloni, 1988, pp. 82-83). Por ende, a partir de ese año las bibliotecas para el uso de toda la población mexicana comenzaron a convertirse en uno de los recursos esenciales idóneos de política social-cultural con la finalidad de garantizar la propagación de conocimientos.

Años más tarde, el 21 de enero de 1988 se publica en la Diario Oficial de la Federación la «Ley General de Bibliotecas», logro político-legislativo que permitió institucionalizar y normar las funciones de la RENABIP. Esta Ley, con varias reformas publicadas en ese Diario, concibió desde su origen a la biblioteca pública como una institución democrática, pues el acceso a los servicios de consulta de libros, impresos y digitales, y otros servicios culturales complementarios, se deben brindar a la población de manera libre y gratuita. Postura político-cultural con la que concordó la doctora Ana María Magaloni como directora de la RENABIP. La última reforma a esa ley data del 29 de noviembre de 2023 (México. Cámara de Diputados del H. Congreso de la Unión, 2023).

 De tal modo que tomaría, en el primer lustro de la década de los ochenta del siglo pasado, la estafeta político-cultural de dos prominentes secretarios de Educación Pública: José Vasconcelos y Jaime Torres Bodet, para cumplir los objetivos de llevar libros en forma gratuita a todas las personas, tanto en vías de alfabetización como ya alfabetizadas; fomentar el valor y la práctica de la lectura; impulsar el uso de colecciones y servicios de las bibliotecas públicas; y acercar a los usuarios a estas bibliotecas mediante el acceso libre a la estantería y el préstamo de libros  a domicilio. Magna política socio-cultural para lograr la anhelada inclusión social; para superar el atraso educativo, informativo y recreativo de los mexicanos.  

La biblioteca pública, baluarte de la democracia

En lo general, la biblioteca pública tenía que configurarse como un centro bibliotecario que fortaleciera los valores esenciales de la democracia. En este sentido pensó nuestra profesora sobre la necesidad de una distribución justa de servicios bibliotecarios para todos los grupos sociales, a lo largo y ancho del territorio nacional. Al respecto, Magaloni declaró, en un discurso pronunciado en el H. Congreso de la Unión, “es necesario que juntos luchemos para que se establezcan bibliotecas en todos los rincones del país” (Magaloni, 1982, p. 47).  Estas palabras las dirigió a los representantes populares electos en los albores de la década de los ochenta del siglo pasado, es decir, antes que comenzará su encomiable labor de funcionaria pública en la Dirección General de Bibliotecas de la Secretaría de Educación Pública para crear y dirigir la RENABIP. La finalidad de ese discurso, con especial espíritu político, fue “convencerlos” de esta política cultural en favor del fomento y práctica de la lectura pública entre la población mexicana. En lo particular, en ese mismo discurso manifestó: “Para servicio del hombre de la calle, es necesario establecer bibliotecas públicas llenas de obras interesantes, útiles y vigentes que proporcionen a los lectores identidad personal, arraigo en su país e intereses” (Magaloni, 1982, p. 51), es decir, acervos para generasen identidad cultural y produjeran sentimientos de pertenencia. En otros términos, para que esas bibliotecas fuesen realmente públicas, sus servicios y colecciones tenían que responder a las necesidades sociales de la gente común; de los frecuentemente desfavorecidos de esta naturaleza de servicio público cultural.

Como funcionaria en el entramado cultural de la Administración Pública, y cabalmente responsable de un organismo de servicio público gubernamental, el tema de la democracia rondó a menudo en su pensamiento. Consciente de la República democrática, representativa y federal en la que vivió, tuvo presente que el bibliotecario profesional tiene la oportunidad de desarrollarse como profesional de la información en los diferentes niveles de gobierno: el federal, el estatal y el municipal. Pero, en relación con el desempeño del bibliotecario público, enfatizó que este profesional debe tener presente su responsabilidad social con el fin de servir a una comunidad con clara diversidad cultural. Así, aseveró: “Los usuarios de las bibliotecas públicas son muy diversos: niños en edad escolar, adolescentes y jóvenes, amas de casa, obreros, campesinos, profesionistas, etc., Las bibliotecas públicas están abiertas a todo el público y una de sus bases más importantes es dejar que cualquier persona –sin importar raza, sexo o edad- pueda acercarse a utilizar los servicios que brinda” (Magaloni, 1998, p.82). Palabras que reflejan su conocimiento sobre la esencia social del Manifiesto de la Unesco sobre la biblioteca pública, el cual fue proclamado, como sabemos, en 1949 y actualizado en 1978, 1994 y 2022. De tal suerte que nuestra profesora debió orientarse e inspirarse en las tres primeras versiones de ese Manifiesto, entre otros documentos matrices internacionales sobre ese tipo de centro bibliotecario.

 

 

Ana María Magaloni, creadora de la Red Nacional de Bibliotecas Públicas en México.

La relación entre «sociedad, democracia, información y bibliotecario profesional» se observa cuando escribe: “La transición a la democracia en México hace aún más importante el papel del bibliotecólogo en la organización y sistematización de la información y sirve como vínculo valioso para la toma de decisiones de toda la sociedad (Magaloni, 1998, p. 84). Recordemos que esa transición marcó el rumbo político de este país durante el último cuarto del siglo XX. Como se sabe, este fenómeno fue un periodo de construcción de instituciones de diversa naturaleza, entre estas Magaloni contempló la biblioteca pública como una relevante institución social en el centro de la agenda pública. Ante el reclamo socio-político de tener elecciones limpias, justas y competitivas, Ana María Magaloni comprendió que “para el fortalecimiento de nuestra democracia es muy importante que el ejercicio del voto ciudadano sea un ejercicio razonado; y ese razonamiento sólo puede darse a partir de información” (1998, p. 81). Así, destacó la relevancia de contar con ciudadanos informados, aptos para participar en el marco de una democracia electoral. Derecho político-ciudadano que debió reconocer con base en lo expresado en la tercera versión (1994) del Manifiesto de la Unesco sobre la Biblioteca Pública:

La libertad, la prosperidad y el desarrollo de la sociedad y de la persona son valores humanos fundamentales que sólo podrán alcanzarse si ciudadanos bien informados pueden ejercer sus derechos democráticos y desempeñar un papel activo en el seno de la sociedad. La participaci6n constructiva y la consolidación de la democracia dependen de una buena educación y de un acceso libre e ilimitado al conocimiento, el pensamiento, la cultura y la información.

De manera que concibió la democracia no solamente como un régimen político, sino como un modo de vida permanente para el mejoramiento social, económico y cultural de los mexicanos. Si es que a la biblioteca pública la centró con el propósito de apoyar la democratización integral de la ciudadanía. Entonces, la democratización de la educación y la cultura significó para ella el garantizar el acceso a los bienes y servicios de las bibliotecas abiertas a la población en general.

La biblioteca pública, institución social al alcance de la ciudadanía

Al referirse a la educación para toda la vida, aseveró que la biblioteca pública es “una institución social que puede continuar preocupándose de manera permanente por el desarrollo de las capacidades de los ciudadanos cuando éstos dejan de asistir a la escuela” (Magaloni y Gayol, 1985, p. 203). Por lo tanto, en la esfera del paradigma de la «educación permanente», referente a orientar el aprendizaje persistente durante las diferentes etapas de la vida del ser humano, las bibliotecas públicas son instituciones sociales con los recursos necesarios para evidenciar que al terminar la educación formal no es el final del proceso educativo. De tal manera que el trabajo de la RENABIP debía ir más allá del fomento del hábito de la lectura con el fin de ofrecer constantemente los bienes culturales de la palabra impresa y así satisfacer, bajo los principios de libertad, justicia e igualdad, las necesidades formativas, informativas y recreativas de la población mexicana (1985, p. 206). Tríada de necesidades ajustadas a las tres categorías pedagógicas que desde hace tiempo se vienen vinculando directamente con la gestión de los servicios bibliotecarios: la educación para la vida, el trabajo y el ocio (Casa, 1984, pp. 41-43). 

El funcionamiento de una República democrática necesita, según su percepción política que expresó, “organizar y sistematizar grandes volúmenes de información”, la cual debe estar al alcance de “todos los ciudadanos”. Por este motivo el gobierno, como el brazo ejecutor del Estado, está obligado a suministrar servicios de información “con fines formativos y recreativos” (Magaloni, 1998, p. 79-80), sin menos cabo de los educativos. En este sentido, tuvo el acierto de prever que la RENABIP estuviese, desde el comienzo de esta Red, “coordinada por los tres niveles de gobierno para crear bibliotecas públicas” (1998, p.81). Desde esta perspectiva, este tipo de bibliotecas lo incluyó en la esfera del quehacer de la administración pública, actividad prestadora de bienes y servicios para beneficio de la ciudadanía. El hecho que haya aludido al término de “ciudadanos” como los beneficiarios de los servicios bibliotecarios para todos, ella fue más allá de las nociones de la terminología bibliotecológica típica que frecuentemente se usan: lectores y usuarios. Más aún, nuestra profesora nunca refirió la palabra “cliente”, misma que usa la teoría neoliberal del marketing bibliotecario, fundamentada comúnmente en el marketing estadounidense empresarial. Así que ella centró su visión política con base en la relación «bibliotecas, ciudadanía y administración pública». Nexo que prácticamente ha pasado inadvertido tanto en el magisterio como en la investigación de la bibliotecología en México. Motivo por el que los puntos de vista de nuestra profesora bien deberían considerarse en estos dos planos de desarrollo teórico bibliotecológico. 

 

 

Pasta del libro Cómo acercarse a la biblioteca, de Ana María Magaloni

Con base en esos puntos de vista, la profesora Magaloni consideró que la Bibliotecología es la disciplina que puede coadyuvar para ocasionar sustantivos cambios sociales; que, por ende, el personal bibliotecario tiende a tener una “inmensa proyección de un agente de cambio” (1982, p. 52). Si consideramos la típica formación técnico-administrativa que se impartía en esos tiempos en el Colegio de Bibliotecología de la Universidad Nacional Autónoma de México, del que fue catedrática, entonces al percibir la disciplina y la profesión como factores de «cambio social», sus concepciones vanguardistas debieron allanar el camino para persuadir y estimular a la autoridad gubernamental federal con el objetivo de establecer una amplia RENABIP en México. De modo que superó con creces la visión del peculiar estereotipo del personal bibliotecario conservador, vigía, acomodador y prestador de libros. Para ella este profesional debe desempeñar la importante función de agente de transformación social. En este orden de ideas es como concibió que “las bibliotecas públicas que existen en México tienen una función social muy importante” (Magaloni, 1998, p. 82). Motivo por el que consideró a la biblioteca pública como una notable institución social; y al bibliotecario público lo percibió como un valioso sujeto social al servicio de las presentes y futuras generaciones de ciudadanos. En suma, aseveró en su libro Cómo acercarse a la biblioteca: “Al asistir y hacer uso de las bibliotecas, mejoraremos nuestra vida personal y nuestra sociedad” (Magaloni, 1988, p. 10). Idea que debemos tener presente para reconocer la relevancia y pertinencia de la función social de las bibliotecas abiertas a todos los grupos sociales. Más aún, la institucionalidad socio-cultural de las bibliotecas públicas lo atribuyó con base en su visión político-republicana, enmarcada en un Estado de derecho. La distribución político-administrativa de la RENABIP a la luz de la división de los poderes públicos de la nación, la que a menudo aludió en sus escritos, es muestra de que el funcionamiento de los servicios bibliotecarios dirigidos a la población en general debían configurarse como un claro servicio público, por ende, en pos de un claro bien común. 

La función social de la biblioteca pública

Pero una cosa es el conocimiento que tiene la comunidad bibliotecaria en activo, profesional y auxiliar, y otra es el entendimiento que tiene la comunidad de lectores y usuarios acerca del quehacer social de la biblioteca pública. En relación con esta última colectividad aseveró: “En el año en que empieza la instalación de la Red Nacional de Bibliotecas Públicas (1983), se puede decir que la población ignora en su mayoría la función social de la biblioteca pública” (Magaloni, 1997, p. 19). Desconocimiento que también tenía en ese tiempo la mayoría de profesores y estudiantes de bibliotecología y biblioteconomía; así que menos aún estas comunidades poseían una clara teoría social de la biblioteca para todos, por ende, tampoco ponían especial atención a la teoría concerniente a la función social de la biblioteca pública, y menos a la imagen social de la misma. Si acaso, en el campo educativo mexicano de esas disciplinas, en esos tiempos se impartían algunos acercamientos a esta atribución social. Por esto es loable que la doctora Magaloni haya procurado dilucidar sobre este asunto.

Si bien, fue de gran importancia para ella mejorar el servicio bibliotecario con miras a beneficiar a toda la población y así atraer a la mayor cantidad de usuarios, también se afanó por relacionar la función social con la imagen social de la biblioteca pública mexicana. De tal suerte que afirmó: “La función social de la biblioteca pública surge como el elemento más importante de su imagen pública” (Magaloni, 1993, p. 24). Con base esta afirmación, más tarde aseveró: “El concepto de la biblioteca pública se amplía puesto que [los usuarios] le conceden una función social dentro de la población” (Magaloni, 1997, p. 21). Si es que la concepción de esta función puede apreciarse en dos diferentes marcos: la concerniente a la que concibe el personal bibliotecario y la alusiva a la que percibe la comunidad de lectores y usuarios. En torno a estas dos aristas, pudo observar la evolución del significado que fue generándose con el paso de los años, la cual transitó del total desconocimiento al previo conocimiento sobre el cometido social de la biblioteca pública. En suma, el concepto de biblioteca pública lo vinculó tanto con la imagen como la función de este tipo de institución al escribir: “La imagen de la biblioteca pública ha ido evolucionando permanentemente entre la población en la medida en que se percibe cada  vez más como un espacio accesible y propicio para lectura”; y “la función social de la Red Nacional de Bibliotecas Públicas adquiere mayor relevancia en la medida en que hace posible la igualdad de oportunidades de acceso a los libros a toda la población, de manera gratuita y permanente” (1997, p. 22). Apreciaciones que giran en torno a la unidad «bibliotecas y sociedad» y encuentran fundamento en la especialidad conocida como bibliotecología social.

Su entendimiento de las bibliotecas públicas lo modeló en relación con la “función social muy importante” que deben desempeñar estos espacios de lectura, estudio y referencia. Acorde con sus propias palabras: “son instituciones al servicio de la comunidad; su meta es proporcionar en forma gratuita y a quien lo solicite, la consulta o préstamos de libros y otros materiales que respondan a sus necesidades de información” (Magaloni, 1998, p. 82). En concordancia con esta idea, la directora general de bibliotecas públicas de México apreció que el servicio bibliotecario es “una tarea de profundo sentido social” (Magaloni, 1992b, p. 79). Con esta filosofía de servicio público bibliotecario comenzó lo que ella consideró “la revolución bibliotecaria mexicana” (Magaloni, 1993a, p. 81), definida como la transformación social, política y cultural de brindar libros al pueblo bajo los principios de la libertad, igualdad y gratuidad; de acercar, con honda conciencia social, los libros a todos los miembros de la comunidad. Una “revolución silenciosa” en la que comenzaron a sumar esfuerzos los tres poderes públicos del Estado: el federal, estatal y municipal.  En este sentido, como titular de la Dirección General de Bibliotecas, afirmó “La creación de las bibliotecas públicas es un compromiso social muy importante que se está cumpliendo por la colaboración estrecha entre las tres instancias de gobierno” (Magaloni, 1992, p. 7). Política gubernamental que se ajustó a la distribución de los servicios bibliotecarios en todo el territorio nacional, móvil de la descentralización integral de la cultura y la educación para avanzar en la conformación de una sociedad más igualitaria.

 

 

Primera página de su artículo publicado en Logos, Vol. 4, núm. 2, 1981, p. 81-83.

El funcionamiento del servicio de biblioteca pública en México lo relacionó a menudo con la idea de justicia social, otro de los principios y valores centrales de la democracia. En reiteradas ocasiones ella afirmó que la meta de la RENABIP era “brindar a cada mexicano igualdad de oportunidades de acceso gratuito a los beneficios de la lectura” (Magaloni, 1992b, p. 74). Si el ofrecer a la población mexicana el libre y gratuito acceso a los libros mediante el servicio de esa Red de bibliotecas dirigidas a todos, entonces cabe reconocer que ella propugnó por un sistema bibliotecario socialmente digno y justo para todas las personas; para que todos tuviesen formalmente las mismas posibilidades de acceder al bienestar social de la lectura pública, individual y colectiva; formativa, informativa y recreativa. Tal y como se preceptuó en el «Decreto por el que se consolida la Red Nacional de Bibliotecas Públicas», publicado en el Diario Oficial de la Federación el día 8 de enero de 1987. En virtud del contenido de ese «Decreto Supremo», la pregunta que cabe plantear ¿la maestra Magaloni habrá colaborado de alguna manera en la confección de este documento oficial? Es posible

La biblioteca pública ante la política económica

La doctora Magaloni no pasó inadvertido el aspecto económico en el marco de la creación de la RENABIP. Al respecto recordó que el comienzo de esa Red Nacional se produjo “bajo circunstancias económicas muy difíciles para el país”. La crisis económica de 1983, derivada de la crisis energética, se debió “al desplome de los precios del petróleo, en ese entonces nuestra principal fuente de divisas” (Magaloni, 1992b, p. 73). No obstante, con base en la voluntad política del licenciado Miguel de la Madrid Hurtado y colaboradores, se decidió poner en marcha la política pública de crear servicios bibliotecarios para garantizar el libre y gratuito acceso a la lectura para el pueblo de México. Crisis que, por supuesto, impactó la economía familiar. Ante este hecho, expresó: “Es importante mencionar que hoy en día, cuando a causa de las sucesivas crisis, la economía de muchas familias les impide comprar los libros que sus hijos requieren, el papel de la biblioteca pública adquiere mayor relevancia” (Magaloni, 2000, p. 43). Idea que en el presente siglo sigue teniendo relevancia y pertinencia, pues a la crisis energética se han sumado otras crisis estructurales que han desgastado la economía de las familias mexicanas para adquirir libros, tales como la devaluación del peso frente al dólar, la deuda externa y la crisis bancaria. Crisis a las que las bibliotecas de todo tipo tampoco han sido inmunes.

 

 

Ana María Magaloni. Foto: Feria Internacional del Libro de Guadalajara, 2008

Desde otra perspectiva, al considerar que las bibliotecas públicas de México debían colaborar tanto en materia de educación para la vida como de educación para el trabajo, trató de determinar el papel de éstas en el desarrollo socioeconómico en el contexto nacional. Es decir, se interesó por medir “los efectos de la biblioteca pública no solamente en el ámbito educativo y cultural, sino de manera más amplia en el desarrollo económico y social del país en su conjunto”. De tal modo, mediante una investigación “se buscó medir los efectos que en lo económico y social tienen el establecimiento de bibliotecas públicas y que denominamos Relación costo-beneficio de la biblioteca pública en México” (Magaloni, 1986, p.251). Si es que estos centros bibliotecarios debían ser, sí, factor de apoyo para las tareas educativas y culturales e incluso recreativas, pero también elementos de ayuda para el desarrollo económico de la nación. El logro del bienestar económico, a través del uso de los servicios bibliotecarios orientados a toda la población, debía ser producto del progreso en cuanto a educación y cultura.

Si es que el impulso de la RENABIP por parte de la maestra Magaloni no se limitó a ampliar formalmente el acceso de toda la población mexicana a las oportunidades de la lectura pública para asuntos educativos, culturales y recreativos, sino también para desarrollar el papel de la biblioteca pública como elemento coadyuvante de gran importancia en materia de asuntos concernientes a la economía del individuo y de la comunidad.

Palabras finales

El pensamiento social y político de Ana María Magaloni, como se ha analizado, gira en torno a la democratización del servicio de biblioteca pública, del uso gratuito y libre de los libros, del fomento de la lectura y de la educación permanente. Desde esta perspectiva, el legado de esta bibliotecóloga es pertinente tenerlo en cuenta tanto en la historia de las bibliotecas como en la Historia de la lectura en México. Si bien, la historiadora Cecilia Greaves reconoció, en su escrito sobre el asunto de la lectura durante el periodo 1960-1985, que “es indispensable llevar a cabo una campaña de promoción popular del libro, utilizando los medios masivos de comunicación, desarrollando la red de librerías, aumentando las bibliotecas, para poder lograr la democratización de la lectura” (1988), ignoró u omitió en su escrito la obra realizada por nuestra profesora entre 1983 y 1985. Años en que comenzó a crear y desarrollar la RENABIP en México.

Si Vasconcelos “puso los cimientos del nuevo movimiento bibliotecario”, es decir, “marcó una nueva era a la biblioteca como servidora del pueblo” (Chávez, 1969, p. 32), a Magaloni se le reconoce como la profesional de la bibliotecología que colocó las columnas del movimiento contemporáneo de la biblioteca pública en México para seguir configurándola como una genuina institución social al servicio del pueblo. Conocimiento teórico-práctico social y político que debería prestársele mayor atención en las escuelas de bibliotecología, biblioteconomía y ciencia de la información.

Durante la década de los ochenta del siglo XX debe quedar en la memoria del gremio bibliotecario en activo como el periodo histórico en que la doctora Ana María Magaloni colaboró, convenció, inició e impulsó para hacer realidad la puesta en marcha el Programa Nacional de Bibliotecas Públicas (2 de agosto de 1983), mediante la Red Nacional de Bibliotecas Públicas (agosto de 1983). De tal modo, posiblemente participó, directa o indirectamente, en los contenidos normativos concernientes al Decreto por el que se consolida la Red Nacional de Bibliotecas Públicas (8 de enero de 1987) y a la Ley General de Bibliotecas (21 de enero de 1988). En general, con voluntad social y política dirigió la Red Nacional de Bibliotecas Públicas de México durante casi dos décadas. Alentó y transmitió el conocimiento y la práctica de la función social de la biblioteca pública mexicana. Tuvo recios principios para afrontar y superar la adversidad producida por las crisis estructurales. Enfrentó, durante casi cuatro administraciones federales (Miguel de la Madrid Hurtado, Carlos Salinas de Gortari, Ernesto Zedillo Ponce de León y Vicente Fox Quezada), diferentes retos, perseverando en programas, proyectos, planes, funciones, acciones y actividades con profesionalismo, firmeza y decisión. Así, hizo el mayor esfuerzo posible para el cumplimiento del Programa Nacional de Bibliotecas Públicas. Impulsó la capacidad política de los tres órdenes de gobierno para conducir la planeación democrática ejecutiva de las bibliotecas públicas en sus respectivos ámbitos. La política regional bibliotecaria que formalizó, manifiesta la clara distribución de crecimiento de la Red Nacional y de compromiso entre los tres niveles de administración federal, estatal y municipal. Su indeclinable compromiso con la Administración Pública Federal, lo manifestó a través de sus publicaciones que nos legó y de sus logros que conocemos. 

A lo largo de ese periodo, conservó la coordinación y la fuerza institucional de la Red bibliotecaria pública del país. Conservó la praxis bibliotecaria democrática que con afán especial desempeñó para coadyuvar a configurar una sociedad más igualitaria, libre y justa. De modo que preservó, fortaleció y consolidó la imagen social de la biblioteca pública como una institución democrática. Aseguró, durante su gestión, el potencial de crecimiento del número de bibliotecas públicas a lo largo y ancho del territorio nacional, haciendo efectivo el valor de la justicia distributiva, es decir, planificó la distribución del servicio de biblioteca para proporcionar bienes y servicios bibliotecarios a los menos aventajados de la sociedad mexicana. Reafirmó el papel de las bibliotecas para todos como formadoras y constructoras de una ciudadanía mejor formada e informada; más educada y más leída. Así, sentó las bases para un sostenido aumento de la cantidad de bibliotecas públicas esparcidas por todo el país. Tuvo el carácter político que le permitió organizar el esfuerzo bibliotecario colectivo ante escasos recursos y de cara a grandes necesidades sociales de la nación. Con objetivos comunes, compartió propósitos y cometidos de carácter bibliotecario público. En el marco de un país con serios desafíos, tuvo la capacidad, como profesional de la Bibliotecología, para convertir la crisis en oportunidad de cambio, progreso y bienestar social, basándose en la política social que implicó la gestión de servicios bibliotecarios asignados para el pueblo.

Sin duda, estuvo a la altura del reto histórico que aceptó asumir con gran entusiasmo y responsabilidad social. Su obra, en general, perdurará para el bien común del pueblo mexicano en general y para el bien profesional del gremio bibliotecario de México en particular. «Honor a quien honor merece».

Referencias

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FELIPE MENESES TELLO

Cursó la Licenciatura en Bibliotecología y la Maestría en Bibliotecología en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Doctor en Bibliotecología y Estudios de la Información por la (UNAM). Actualmente es profesor definitivo de asignatura en el Colegio de Bibliotecología de la Facultad de Filosofía y Letras de UNAM. En la licenciatura imparte las cátedras «Fundamentos de Servicios de Información« y «Servicios Bibliotecarios y de Información» con una perspectiva social y política. Asimismo, imparte en el programa de la Maestría en Bibliotecología y Estudios de la Información de esa facultad el seminario «Servicios Bibliotecarios para Comunidades Multiculturales». Es coordinador de la Biblioteca del Instituto de Matemáticas de esa universidad y fundador del Círculo de Estudios sobre Bibliotecología Política y Social (2000-2008) y fue responsable del Correo BiblioPolítico que publicó en varias listas de discusión entre 2000-2010. Creó y administra la página «Ateneo de Bibliotecología Social y Política» en Facebook.