BIBLIOTECAS, SOCIEDAD Y ESTADO


  • Relação entre as bibliotecas, as ações dos profissionais que nelas atuam e o estado.

EL PARADIGMA CIUDADANO DE LA BIBLIOTECA PÚBLICA

Este paradigma es correlativo a otros dos paradigmas de la biblioteca pública que hemos analizado: el democrático y el cívico. Expresiones como «ciudadanía democrática» y «ciudadanía cívica» cobran particular significado en este sentido. El fenómeno político de la ciudadanía es una idea de la razón que se enraíza, desde tiempos de los clásicos,  en la democracia como forma de Estado, de gobierno y de vida; se forja también en las fraguas culturales de la república. Recordemos que las antiguas bibliotecas públicas existieron en el mundo grecolatino por causa, por interés y por deferencia tanto de la democracia como de la república. La existencia de una república democrática es así el modelo tanto de la organización política como de la práctica de la virtud cívica, por ende, este arquetipo político-cívico requiere de un complejo entramado de instituciones, entre las que destacan las bibliotecas públicas. Espacios de sociabilidad en donde cohabitan autores, títulos y temas para ayudar a construir permanentemente los valores y asimilar los conocimientos que requiere la ciudadanía. Fenómeno en el que se entreteje la necesidad ciudadana de practicar los valores democráticos, cívicos y republicanos; amalgama de valores en la que se combinan los derechos políticos, civiles y sociales, considerados éstos como los elementos constitutivos de los derechos de la ciudadanía en la unión que existe entre «sociedad e información» (Rocha, 2000, p.43).

 

Así, el vínculo entre la institución bibliotecaria pública y el ciudadano ha sido, es y será mutuo, pues tanto los derechos como las obligaciones se producen en ambas direcciones: biblioteca à ciudadano ; ciudadano à biblioteca, o bien  biblioteca ßà ciudadano ; ciudadano ßà biblioteca. El ciudadano, en su calidad de contribuyente de impuestos, tiene el derecho de contar con el servicio público de biblioteca. En razón de esto se entiende la idea manifiesta hace más de sesenta años:          

 

En cada comunidad, existe una relación dual entre el ciudadano y su biblioteca. Se puede afirmar en términos de obligaciones mutuas de la biblioteca al ciudadano y del ciudadano a la biblioteca. El ciudadano es a la vez el benefactor y el beneficiario de la biblioteca pública. (Joeckel y Winslow, 1948, p.130).

 

Los hombres y las mujeres no son por naturaleza democráticos y republicanos, son las instituciones educativas, sociales, políticas y culturales las que los preparan desde que son menores de edad; es el ejercicio de actos como el de la lectura, el del estudio y la consulta de diversas fuentes de información, consecuentemente, el del uso de las bibliotecas públicas y de otros tipos, lo que permite generar ciudadanos con determinada madurez civil, social y política. Por esto, aprender a leer es una divisa republicana que le corresponde a escuelas y bibliotecas hacerla realidad, así como eficaz y permanente para encauzar a los individuos al conocimiento, reconocimiento y respeto por el bien colectivo, por el interés público, por la cosa pública. En el contexto francés, por ejemplo, al relacionar la biblioteca con el ciudadano, se afirma:

 

Podemos decir que, históricamente, la biblioteca es el lugar privilegiado del ejercicio de la ciudadanía, todos los bibliotecarios lo saben. Lugar de aprendizaje, de investigación intelectual, de debate democrático, de confrontación de ideas, del descubrimiento más allá de los demás, de compartir y respetar el bien público. (Braouezec, Deloule y Matray, 2000, p. 63). 

 

El proceso de la lectura en los diferentes espacios bibliotecarios públicos tiene el poder de transmitir el saber, las habilidades, los principios y las aptitudes de volver aptas a las personas, con miras a practicar el juicio crítico, autónomo y responsable. Por esto leer, sobre todo en espacios dedicados a la lectura pública, no es solo una señal de saber sino también es un emblema de cultura ciudadana. En esta contextura estamos de acuerdo cuando se asevera que “la lectura incita el espíritu crítico, que es la clave de una ciudadanía activa” (Petit, 1999, p. 26). Articulando la práctica social de la lectura con la función ciudadana de la institución bibliotecaria pública, se sostiene:

 

Las bibliotecas públicas que ponen énfasis en cómo conseguir un uso de información local personifican el papel que las bibliotecas pueden desempeñar en la educación para la ciudadanía y la participación cívica. El mensaje a los ciudadanos es claro: la biblioteca es el lugar para obtener información vital no sólo sobre lo que está pasando en la comunidad, sino también sobre cómo participar como ciudadano. (Durrance et al., 2001, p. 52).

 

Si la escuela es el centro fundamental de los servicios públicos educativos de la república democrática; la biblioteca es el servicio público cultural que puede otorgar, en este cuadrante ciudadano, mayor potencia a la educación en sus diferentes niveles. En este sentido, las escuelas públicas y las bibliotecas públicas pueden apreciarse como instituciones republicanas por excelencia, pues a través de ellas el cultivo de los valores de la libertad, la justicia y la igualdad conducen dialécticamente de la república a la democracia y viceversa. La escuela y el profesor tienen una firme convicción en el conocimiento que el pueblo puede y debe adquirir mediante el proceso de la enseñanza-aprendizaje; la biblioteca y el bibliotecario tienen una clara certeza en las colecciones, los recursos y los servicios de información que ponen a disposición de mujeres y hombres. El objetivo social de fondo de estas instituciones y de estos sujetos debe ser construir una ciudadanía en la que la responsabilidad sustituya la obligación; en la que la lectura, en el marco cultural de las bibliotecas públicas, no solamente sea un hábito sino también una virtud ciudadana. En este orden de ideas, la relación entre «escuelas, bibliotecas, lectura y ciudadanos» se valora al aseverar:

 

Las bibliotecas deben proporcionar un estímulo constante a los adultos, para que lean en busca de información para su desarrollo cultural, para ser mejores ciudadanos y como recreación. La biblioteca pública comparte este objetivo con las bibliotecas escolares y de enseñanza superior. Por lo tanto, es necesario que tenga un vivo interés y posea la compresión de los métodos y problemas de la enseñanza del hábito de la lectura y en las humanidades, como parte de sus propios antecedentes culturales para servir mejor a la comunidad. (Wheeler y Goldhor, 1970, p. 25-26).

 

De tal manera que no solamente la escuela gratuita, universal y obligatoria es una piedra angular del sistema social que genera ciudadanos, sino también lo es la biblioteca pública, ya que ésta ayuda también para convertir a las personas “en ciudadanos responsables, informados”, con la finalidad de participar en la esfera de la democracia. (Kranich, 2001, p. 83.). Así que las escuelas y las bibliotecas se preocupan y ocupan por ilustrar y pulir una sociedad civilizada; ambas apuntan a democratizar el acceso al conocimiento, aunque a veces se ven frustradas, una y otra, por los obstáculos que impone la lógica del sistema social capitalista, el cual degrada al ciudadano en simple consumidor, fomentando así en él la ignorancia y alterando su realidad que vive. Problemática ideológica que ha estado penetrando las esferas de las prácticas bibliotecarias y del discurso bibliotecológico neoliberal al considerar o confundir a los usuarios de las bibliotecas públicas como «clientes».

 

Así, bajo la égida de la filosofía del marketing, se está intentando pulir “nuevas formas de organización y de servicios de la biblioteca pública”, como el cobro al usuario por el aprovechamiento de la misma, a modo de convertir partes de este tipo de centro bibliotecario en tienda o punto de venta (Domínguez, 1996, p. 92). Tentativa que ha venido desfigurando a tal grado la imagen social del ciudadano como lector-usuario del servicio bibliotecario público, y con ello tergiversando la función social-ciudadana de las bibliotecas como sistemas de información destinados a la población en general. A pregunta expresa: ¿los usuarios de la biblioteca son clientes o ciudadanos? (Lomas-Smith, 1999) la respuesta fundamentada de los profesionales de la bibliotecología con espíritu cívico, democrático y republicano es, sin titubeo de ninguna naturaleza, la de «ciudadanos». Con base en esta postura, coincidimos con las ideas que expresan: “En una sociedad democrática todo ciudadano tiene el derecho de recibir toda la vida información libre de costo”. (Sharma, 1992, p. 127); y “[...] si alguna tarea podría visibilizar a nuestra biblioteca pública, es la de diseñar y prestar servicios bibliotecarios cercanos al ciudadano, servicios bibliotecarios comprometidos con animar aprendizajes sociales” (Betancur, 2001, p. 17) y no solamente servicios dirigidos a los usuarios como individuos en abstracto.

 

En contraste, ante las lacras sociales que produce el capitalismo, el personal profesional y auxiliar de las bibliotecas que nos ocupan está procurando, según se observa en la literatura especializada, gestionar enfáticamente servicios bibliotecarios-de-información dirigidos a tres tipos de grupos sociales, a saber: 1] grupos desfavorecidos que requieren acceso a servicios especiales de extensión bibliotecaria, 2] grupos de inmigrantes que necesitan de servicios de información ciudadana y] 3 grupos de minorías nacionales que demandan recursos bibliotecarios permanentes para mejorar sus comunidades. En este sentido, el presente paradigma en la esfera de las instituciones bibliotecarias públicas apunta a servir a una «ciudadanía diferenciada», pero sin menoscabo de la exigencia en relación con la igualdad, la libertad y la justicia en cuanto a derechos y deberes a observar y practicar por parte de la ciudadanía en general. La diversidad de estos grupos sociales es lo que ha inducido a estudiar y analizar, por ende a reconocer, el fenómeno de la «ciudadanía multicultural» (Kymlicka, 1995), misma que ha venido siendo valorada para crear servicios bibliotecarios multiculturales (Caridad, García y Morales, 2010), aparejados con la noción de ciudadanía activa.

 

La fuerza de la biblioteca pública radica, en los entornos republicanos y democráticos, en su capacidad tanto de apoyar la educación como de adquirir la información para convertir a mujeres y hombres en ciudadanos éticamente comprometidos, educados y motivados en el valor de la civilidad para mejorar así la calidad de la vida pública. La república así proporciona contenido a la democracia, pues esta institución bibliotecaria al servicio de la evolución republicana asigna medios, realiza actividades y desempeña funciones para colaborar en la formación de una ciudadanía capacitada en el uso de la razón, esto es, libre de superstición, servidumbre e ignorancia. Desde esta perspectiva, adquiere especial relevancia el punto de vista que sugiere: “La biblioteca pública moderna constituye en la comunidad el centro de vida cultural y de formación social de todos los ciudadanos, adultos y niños de diversa edad y condición”. (Guerrieri, 1977, p. 41). Esta visión, como se puede entrever, invoca formas de equidad y de justicia social; fomenta el desarrollo de personas con atributos sociales y políticos requeridos para vivir en democracia. Además avizora que la biblioteca es un factor potente para el progreso de quienes conforman la ciudadanía. Tal como se señala a continuación:

 

Como ciudadanos que deben participar activamente en sesiones de polémica sobre temas actuales y vitales, necesitan desarrollar su capacidad mental individual, leyendo y estudiando material escogido por su propia iniciativa y en los cuales puedan basar su forma de pensar, como prefacio y complemento a una polémica competente. (Wheeler y Goldhor, 1970, p. 25).

 

De tal modo que los bibliotecarios públicos deben seguir cultivando la convicción básica de que las colecciones y los servicios que administran tienen una importancia primordial para la construcción de ciudadanía, pues al poner a la disposición de la población estos recursos se colabora, de una u otra manera, en el desenvolvimiento de una sociedad participativa; en la edificación de valores que confieren dignidad y virtudes que fomentan la fuerza de las habilidades de pensar, argumentar y discutir. Destrezas que apuntan a desarrollar procesos de emancipación. Desde esta arista, el hecho de acudir a una biblioteca pública para tomarse el tiempo en buscar, localizar, estudiar y analizar la obra requerida, puede ser apreciado como un acto básico para quienes desean asumir responsablemente la categoría de ciudadanos activos. En esta contextura, cabe recordar las siguientes palabras: “El ciudadano de una democracia, que desea cumplir con plena conciencia sus deberes, ha de continuar informándose toda su vida”. (Maurois, 1961, p. 12), motivo por el que “[...] existe la necesidad de dar a los ciudadanos los medios para aumentar su autonomía, su capacidad de reflexión y decisión para ejercer su ciudadanía, es decir, sus derechos democráticos y para restaurar la igualdad republicana”. (Braouezec, Deloule y Matray, 2000, p. 65). Y uno de esos medios, de acuerdo con el paradigma trazado, es la biblioteca pública.

 

 

Referencias 

 

Betancur B., Adriana María; Álvarez Z., Didier. Servicios de información ciudadanos y comunitarios: nuevos sentidos para las bibliotecas públicas. Revista Interamericana de Bibliotecología. 24 (2): 13-24

 

Braouezec, Patrick; Deloule, Madeleine; Matray, Luc. (2000). Bibliothèque et citoyenneté. BBF. 45 (5): 62-65 

 

Caridad, Mercedes; García López, Fátima; Morales García, Ana María. (2010). Biblioteca y sociedad multicultural: la actuación de la biblioteca pública española en torno de la diversidad cultural. Inclusão Social. 3 (2): 38-53

 

Domínguez Sanjurjo, Ma. Ramona. (1996). Nuevas formas de organización y servicios en la biblioteca pública. España, Ediciones Trea.  

 

Durrance, Joan C.; Pettigrew, Karen; Jourdan, Michael; Scheuerer, Karen. (2001. Libraries and civil society. En: Kranich, Nancy (Editor). Libraries & democracy: the cornerstones of library. Chicago, American Library Association. pp. 49-59 

 

Guerrieri, Guerriera. (1977). Breve guida per il bibliotecario della biblioteca pubblica. Napoli: Guida Editori Napoli.

 

Joeckel, Carieton B.; Winslow, Amy. (1948). The citizen and the public library. En: A national plan for public library service. Chicago, American Library Association.

 

Kranich, Nancy C. (2001). Libraries, the internet, and democracy. En: Libraries & democracy: the cornerstones of liberty .Chicago, American Library Association. pp. 83-95

 

Kymlicka, Will. (1995). Ciudadanía multicultural: una teoría de los derechos de las minorías. Barcelona, Piados.

 

Lomas-Smith, Jane. (1999). Library users – clients or citizens? The Australian Library Journal. 48 (1): 53.56

 

Maurois, André. (1961). La biblioteca pública y su misión. Turín, Italia, UNESCO.

 

Petit, Michèle. (1999). Nuevos acercamientos a los jóvenes a la lectura. México, Secretaría de Educación Pública.

 

Rocha, Marisa P. C. (2000). A questão cidadania na sociedade da informação. Ciencia de Informação. 29 (1): 40-45

 

Sharma, Pandey S. K. (1992). Libraries and society. 2nd ed. New Delhi, Ess Ess Publications.

 

Wheeler, Joseph L.; Goldhor, Herbert. (1970). Administración práctica de bibliotecas públicas. México, Fondo de Cultura Económica.


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FELIPE MENESES TELLO

Cursó la Licenciatura en Bibliotecología y la Maestría en Bibliotecología en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Doctor en Bibliotecología y Estudios de la Información por la (UNAM). Actualmente es profesor definitivo de asignatura en el Colegio de Bibliotecología de la Facultad de Filosofía y Letras de UNAM. En la licenciatura imparte las cátedras «Fundamentos de Servicios de Información« y «Servicios Bibliotecarios y de Información» con una perspectiva social y política. Asimismo, imparte en el programa de la Maestría en Bibliotecología y Estudios de la Información de esa facultad el seminario «Servicios Bibliotecarios para Comunidades Multiculturales». Es coordinador de la Biblioteca del Instituto de Matemáticas de esa universidad y fundador del Círculo de Estudios sobre Bibliotecología Política y Social (2000-2008) y fue responsable del Correo BiblioPolítico que publicó en varias listas de discusión entre 2000-2010. Creó y administra la página «Ateneo de Bibliotecología Social y Política» en Facebook.