BIBLIOTECAS, SOCIEDAD Y ESTADO


  • Relação entre as bibliotecas, as ações dos profissionais que nelas atuam e o estado.

EL PARADIGMA PÚBLICO DE LA BIBLIOTECA PÚBLICA - VIII

La historia de las bibliotecas públicas en Inglaterra, Francia y otros países, a partir del  siglo XVII,  nos ilustra  cómo fue desarrollándose la progresión de lo privado a lo público. La figura de la biblioteca pública pasó así por diferentes fases de formación que podemos sintetizar a grandes rasgos en dos:

 

1] el uso público restringido, y

 

2] el uso público amplio de las colecciones y los servicios

 

La primera fase caracteriza los albores de este tipo de institución; la segunda delinea la madurez que ha logrado alcanzar este espacio de lectura pública hasta hoy en día pese a ciertas amenazas que a veces se observan en la práctica bibliotecaria y a través del discurso bibliotecológico en el marco del neoliberalismo (D`Angelo, 2006), cuya corriente político-económica propugna la reducción del Estado al mínimo en materia de servicios públicos, incluido el servicio de biblioteca pública.  

 

Durante la primera fase los bibliotecarios se desempeñaban como celosos guardianes de los libros, el acceso a la estantería operaría de forma cerrada, la variedad y los contenidos de las colecciones serían comúnmente para pocos lectores, el horario de apertura se reducía a unas cuantas horas algunos días de la semana y, por ende, la comunidad de lectores se caracterizaba por ser muy limitada. En la segunda fase los bibliotecarios comenzarían a funcionar cada vez más como intermediarios entre las colecciones y el público usuario, iniciarían las bibliotecas públicas a ofrecer el servicio de estantería abierta, los temas del acervo apuntarían hacia la pluralidad y diversidad, el horario de servicio al público se ampliaría a más horas y días, consecuentemente, la comunidad de usuarios aumentaría de manera notoria. El recorrido de una fase a otra fue, en sentido metafórico, zigzagueante y cuesta arriba. Esto propició que la jornada de lo privado a lo público fuese pausada. Así, cuando se aprecian las bibliotecas públicas en ciernes se admite que su proceso de creación fue diverso y paulatino porque:         

 

Estas bibliotecas de consulta pública se iniciaron de muchas maneras - como un regalo de una biblioteca privada, a través de la transferencia de una biblioteca de monasterio o catedral al uso público, o como una colección profesional. No importa cuál sea el origen, el crecimiento de las bibliotecas de este tipo entre 1500 y 1900 fue en  general lento.  (Harris, 1999, p. 149).

 

Con base en esta mirada histórica, se comprende mejor cuando se reconoce que los antecedentes de la primera Biblioteca Pública de Buenos Aires gira en torno a una biblioteca personal circulante, convirtiéndose más tarde en  una biblioteca pública conventual (Parada, 2002,  pp.  42 y 64). Centro bibliotecario que, además de ofrecer un horario de apertura muy limitado, al comienzo no ofreció el servicio público de préstamo de libros a domicilio ni tampoco operaba el servicio de estantería libre a los acervos, según se constata a través de sus primeros reglamentos de esa biblioteca, mismos que datan de 1812 y 1850 respectivamente (Parada, 2002,  pp. 125-132). Con el caso de aquella  biblioteca pública bonaerense se ejemplifica la fase de uso público restringido que hemos mencionado. 

 

De tal suerte que la fase de mayor madurez de la biblioteca pública ha sido notoria principalmente a lo largo del siglo XX y ha conseguido importantes avances a partir del siglo XXI, a pesar del constante ataque que ha padecido en varios países (Estados Unidos, Inglaterra, Italia, Portugal, España, Francia y otros) a consecuencia de las corrientes político-económicas del nuevo liberalismo que han estado debilitando con particular énfasis la esfera pública. Bushman en este sentido ha sido claro al concluir, en el contexto estadounidense, que las bibliotecas y otras instituciones (escuelas, universidades, museos, archivos, etc.) en el presente siglo “están en crisis porque han tenido que reformular sus propósitos en términos económicos en esta era de la economía como la base de nuestro razonamiento público” (2005, p. 9). Más aún, las bibliotecas públicas, y de otros tipos, están siendo socavadas por algunos bibliotecarios porque ellos han estado imitando las modas de gestión empresarial y sus correspondientes tácticas para adaptarse al capitalismo de la información, a tal grado que algunos autores han transformado retóricamente a los lectores y usuarios de la biblioteca pública en “clientes” (Kerr, 2000; Lozano, 2006), adoptando como corolario las prácticas del marketing, aprobando el modelo de mercado de la competencia  y echando mano de los enfoques empresariales para “innovar” el discurso de esta institución de servicio público y para hacer frente a la escasez del financiamiento público en el marco de las prácticas bibliotecarias (Bushman, 2005, p. 9) que por obligación el Estado debe aportar. 

 

Así, el nivel de madurez que ha alcanzado la biblioteca pública como un bien social alrededor del mundo a veces parece como si algunos colegas quisieran darse por vencidos antes las adversidades que plantea el liberalismo económico y retroceder al nivel prematuro de este servicio bibliotecario que existió en los siglos XVIII y XIX cuando el lector era considerado y atendido como mero cliente de las bibliotecas circulantes y de suscripción. Tiempos de bibliotecas cuasi públicas.

 

Otro desafío que tienen enfrente los bibliotecarios públicos es el desequilibrio sobre el uso de los servicios de biblioteca que parte de la comunidad bibliotecaria internacional ha propiciado, consciente o inconscientemente, a través del movimiento relacionado con el tema de la alfabetización en información, cuyas técnicas están orientadas a privilegiar a la población alfabetizada con miras a que ésta participe más eficazmente en la denominada sociedad de la información y/o del conocimiento. Olvidando, omitiendo o despreciando esa comunidad la problemática irresuelta y, por ende, latente del analfabetismo absoluto y funcional que siguen padeciendo millones de personas. Motivo por el que debemos reflexionar puntos de vista como el siguiente:

 

Tradicionalmente, la biblioteconomía ha servido a las necesidades de una elite de personas dentro del gobierno, el clero o los ricos. Sin embargo, con el auge de la biblioteca pública, la bibliotecología se ha esforzado por atender las necesidades de todas las personas, independientemente de su clase y condición. Una nueva clase de elite, sin embargo, ha ido en aumento en los últimos años: la clase de "acceso a la información", es decir, aquellas personas que pueden mantenerse al día con los avances de la tecnología y la sociedad de la información. La biblioteconomía debe tratar de satisfacer las necesidades de la sociedad, tratando de proporcionar un acceso igual sin importar el tipo o formato almacenado. (Weiner, 1997, p. 56).

 

El reto de romper cercos de acceso a la información documental, impresa y digital, es propio del personal directivo y subalterno que trabaja en las bibliotecas públicas; aminorar o abatir los obstáculos para el uso pleno de los recursos bibliotecarios que se financian con la hacienda pública debe ser un proyecto de trabajo firme y constante de aquel personal bibliotecario que ha alcanzado un estado pleno de madurez social y política, esto es, que ha cultivado un espíritu democrático orientado por los valores torales de la democracia: la libertad, la igualdad y la justicia. Esto debe ser así porque tengamos en cuenta: “La democracia hace la biblioteca para servir a todos. Debe servir a todos los ciudadanos importantes o humildes por nacimiento, ricos o pobres, poderosos o débiles”. (Rath y Rath, 1993, p. 13). En efecto, históricamente la biblioteca pública no crea la democracia, por el contrario, es la democracia que - como forma de Estado, de gobierno y de vida - instaura y desarrolla este tipo de institución bibliotecaria para asistir a toda la población, cuyo fin superior de la relación «democracia y biblioteca pública» es construir más y mejores ciudadanos informados (Meneses, 2008).  

 

Pero para esto es necesario luchar arduamente también contra el lastre del analfabetismo absoluto y funcional; es menester reflexionar y actuar más allá de la confortable esfera de la alfabetización en información que apunta a hacia la “alfabetización” de quienes ya cuentan con el básico beneficio de saber leer y escribir y de tener a su alcance una gran variedad de recursos de información bibliográfica. Por obvia razón, para garantizar el aprendizaje permanente y la alfabetización informativa de los diferentes grupos sociales, es indispensable primero que el pueblo aprenda a leer y escribir, que la obligatoriedad de la alfabetización básica como política pública se cumpla. Ante esta problemática, los bibliotecarios públicos necesitan actuar con una visión social de mayor amplitud y profundidad y con compromiso político más firme. Los 793 millones de adultos analfabetos, los 67 millones de niños en edad de asistir a la escuela primaria que no lo hacen y los 72 millones de adolescentes en edad de cursar el primer ciclo de la enseñanza secundaria que tampoco están gozando de su derecho a la educación (según cifras del Instituto de Estadística de la UNESCO, correspondientes a 2011), deben motivar al personal de las bibliotecas públicas para pensar y actuar acerca de la dicotomía analfabetismo/alfabetización.

 

Problema que para esa inmensa cantidad de personas está vedada la alfabetización en información y, por ende, tienen impedido el pleno acceso a este recurso y así al disfrute público de esos espacios sociales destinados a la lectura. El estado de madurez alcanzado por este tipo de bibliotecas debe proyectarse mediante el respeto irrestricto del público al que tiene y debe atender. La población analfabeta es parte de ese público que los teóricos de la alfabetización en información no toman en cuenta y de aquellos bibliotecarios públicos que, por las dificultades que se les presentan para asistir a los grupos sociales que conforman esa población, la ignoran u omiten en sus planes de desarrollo de acervos y gestión de servicios.  Con esta manera de proceder se está faltando el respeto no solamente al público, sino también se podría estar minando lo público que la política del Estado le confiere a esta institución bibliotecaria.

 

 

Referencias

 

Bushman, John. (2005). Libraries and the decline of public purposes. Public Library Quarterly. 24 (1): 1-12

 

D`Angelo, Ed. (2006). Barbarians at the Gates of the Public Library: how postmodern consumer capitalism threatens democracy, civil education and the public good. Duluth, Minnesota: Library Juice Press.

 

Harris, Michael H. (1999).  History of libraries in the Western World. Lanham, Maryland: The Scarecrow Press.

 

Kerr, George D. (2000). Fidelizar clientes en la biblioteca publica. Barcelona: Fundación Bertelsmann.

 

Lozano Díaz, Roser. (2006). La biblioteca pública del siglo XXI: atendiendo clientes, movilizando personas. Gijón, Asturias: TREA.

 

Meneses Tello, Felipe (2008). Bibliotecas y democracia: el caso de la biblioteca pública en la construcción de una ciudadanía activa. Anales de Documentación: Revista de Biblioteconomía y Documentación. (11): 93-127

 

Parada, Alejandro E. (2002). De la biblioteca particular a la biblioteca pública. Buenos Aires, Argentina: Instituto de Investigaciones Bibliotecológicas, Facultad de Filosofía y Letras, UBA: Errejotapé.

 

Rath, Moorttimatee; Rath, Pravakar. (1993). Sociology of librarianship. Delhi: Pratibha Prakashan.

 

Weiner, Robert G. (1997). Information access illiterate? Public Library Quarterly. 16 (3): 53-56


   451 Leituras


Saiba Mais





Próximo Ítem

author image
EL PARADIGMA PÚBLICO DE LA BIBLIOTECA PÚBLICA - IX
Setembro/2013

Ítem Anterior

author image
EL PARADIGMA PÚBLICO DE LA BIBLIOTECA PÚBLICA - VII
Julho/2013



author image
FELIPE MENESES TELLO

Cursó la Licenciatura en Bibliotecología y la Maestría en Bibliotecología en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Doctor en Bibliotecología y Estudios de la Información por la (UNAM). Actualmente es profesor definitivo de asignatura en el Colegio de Bibliotecología de la Facultad de Filosofía y Letras de UNAM. En la licenciatura imparte las cátedras «Fundamentos de Servicios de Información« y «Servicios Bibliotecarios y de Información» con una perspectiva social y política. Asimismo, imparte en el programa de la Maestría en Bibliotecología y Estudios de la Información de esa facultad el seminario «Servicios Bibliotecarios para Comunidades Multiculturales». Es coordinador de la Biblioteca del Instituto de Matemáticas de esa universidad y fundador del Círculo de Estudios sobre Bibliotecología Política y Social (2000-2008) y fue responsable del Correo BiblioPolítico que publicó en varias listas de discusión entre 2000-2010. Creó y administra la página «Ateneo de Bibliotecología Social y Política» en Facebook.