BIBLIOTECAS, SOCIEDAD Y ESTADO


  • Relação entre as bibliotecas, as ações dos profissionais que nelas atuam e o estado.

EL PARADIGMA POLÍTICO DE LA BIBLIOTECA PÚBLICA - IX

Los historiadores de la guerra no han pasado por alto la destrucción infligida por la Armada Imperial Japonesa a la base naval de los Estados Unidos localizada en Pearl Harbor, acaecida el 7 de diciembre de 1941. A partir de ese día, el pueblo estadounidense inició una andadura cuesta arriba. La guerra había llegado a los Estados Unidos y el gobierno de ese país tuvo que responder militarmente, con todas las agravantes de lo que esa política de Estado implicó en la vida de la sociedad norteamericana.

 

La biblioteca pública de Kauai, la más cercana a Pearl Harbor, estaba a noventa millas. Se sabe que el ataque en ese entorno bibliotecario derivó en caos, pues al día siguiente del bombardeo comenzaron a perturbarse los servicios de circulación de libros, de referencia y de extensión que comúnmente se ofrecían a la comunidad de la isla. La mitad del personal de esa biblioteca comenzó a faltar para participar en el trabajo de defensa civil. Los ataques de submarinos japoneses a Kauai durante las siguientes semanas, ocasionó que la comunidad sufriera repetidas alarmas de ataque aéreo, apagones diarios y racionamiento de gas. Esta crisis provocó que aquella biblioteca pública tuviera que cerrar algunos días posteriores al ataque (Becker, 2005, p71). En tanto, los líderes del quehacer bibliotecario de aquel país preparaban la publicación de una declaración política y una plataforma nacional para dar a conocer el compromiso de la American Library Association (ALA) y proporcionar una serie de directrices para los bibliotecarios frente al desafío de la guerra.      

 

En efecto, la reacción, por parte del gremio bibliotecario después del ataque a Pearl Harbor, a través de la ALA, no se hizo esperar. El 29 de diciembre aprobó ese organismo, a través de su Consejo Ejecutivo, la Statement of library policy. Los bibliotecarios, como profesionales y ciudadanos, debían responder a los requerimientos del Estado en guerra. El servicio de biblioteca tuvo que configurarse así en un servicio patriótico sin demora para satisfacer las necesidades más apremiantes. Toda actividad bibliotecaria tenía que llevarse a cabo en concordancia con las circunstancias. Es decir, los proyectos que no contribuyeran a la victoria y ayudar a mejorar al país y al mundo, tenían que dejarse lado. Por ende, había que proteger el presupuesto de las instituciones bibliotecarias para mejorar las instalaciones, las colecciones y los servicios de ellas, pues en periodos de guerra a las bibliotecas les es factible efectuar mejor ciertas tareas (Libraries and the War, 1942, p. 3).

 

A través de esa declaración la ALA no se dirigió únicamente a los bibliotecarios públicos, sino a todos los que hacían funcionar la estructura bibliotecaria del país. Sin embargo, aquellos que trabajaban en los espacios generales de lectura, dedicados a servir a todos, esa asociación los convocó para mantener en alto la moral del pueblo al expresar: “La biblioteca debe ayudar a aliviar la tensión de la guerra, al mantener su oferta de lectura recreativa para los hombres y las mujeres, y especialmente para los niños”. (Libraries and the War, 1942, p. 4). También la institución bibliotecaria de los Estados Unidos debía satisfacer las necesidades tecnológicas a consecuencia de la guerra. De tal modo, a los bibliotecarios se les exhortó con especial énfasis en torno a esas necesidades, pues la ALA consideró:

 

La biblioteca debe facilitar información técnica a los trabajadores industriales de defensa y estudiantes. Los tratados, manuales y publicaciones periódicas deben dar oportunidad -por los bibliotecarios - para acelerar la producción de materiales de guerra. Los ingenieros, inventores y diseñadores deben ser asistidos - por los bibliotecarios - para evitar hacer otra vez lo que ya ha sido bien hecho y documentado. Los jefes de producción y los instructores deben ser ayudados - por los bibliotecarios - para evitar formas lentas y costosas en la formación de aprendices en los asuntos que pueden ser aprendidas rápidamente desde la página impresa. (Las cursivas son del documento) (Libraries and the War, 1942, p. 3).

 

En tiempos de guerra, la «literatura recreativa» podía ayudar a la defensa moral del pueblo; la «literatura técnica» debía apoyar tanto el trabajo de la defensa civil como el de la defensa armada. Para tal efecto, los bibliotecarios, como gestores de la información bibliográfica, pudieron, en su calidad de profesionales, y debieron, en su calidad de ciudadanos, asistir a los consejos locales de defensa civil y a los responsables del proceso de producción de materiales para el uso de las Fuerzas Armadas al servicio del Estado. Y ambos tipos de literatura el gremio bibliotecario de los Estados Unidos los consideró fundamentales para resolver los problemas generados por la emergencia nacional que había provocado por la guerra. De tal modo que la ALA respondió a preguntas como: ¿Qué significa el programa de defensa nacional para las bibliotecas? ¿Cómo afectará a sus operaciones y qué pueden hacer para ayudar? Preguntas que plantearon algunos bibliotecarios preocupados respecto a la relación entre las bibliotecas y ese programa de defensa (M[ilan], 1940, p. 429), formulado por la ALA incluso antes del bombardeo a Pearl Harbor. Documento en el que se percibe las expectativas que se tenían respecto a la participación de los Estados Unidos en la Segunda Guerra Mundial. 

 

La plataforma nacional de la ALA, en relación con el funcionamiento de las bibliotecas durante la guerra se difundió en enero de 1942 en su Bulletin, y en la que instaba asimismo a organizar los servicios de las bibliotecas en relación con tres importantes planes, es decir, para:

 

1] Responder a la situación de emergencia nacional.

2] Trabajar con los consejos locales de defensa civil.

3] Mejorar los servicios bibliotecarios militares.

 

Los dos primeros proyectos implicó organizar en las bibliotecas espacios que fungieran como centros de información de guerra y ellas como lugares dedicados a la defensa civil entre la comunidad. El tercer plan significó considerar el desempeño eficaz de las bibliotecas militares, instaladas en las diversas unidades gubernamentales que conformaban el brazo armado del Estado, esto es, los servicios bibliotecarios creados y dirigidos para las Fuerzas Armadas (Navy, Marine Coros, Coast Guard, Air Force y Army) del país y entre los que destacaban los de naturaleza “pública” destinados a las tropas acantonadas, preparándose éstas para marchar al frente. Así, se generaron oportunidades de nuevos puestos de trabajo para aquellos bibliotecarios que decidieron incorporarse a la esfera laboral de la milicia (Willis, 1943).

 

En efecto, las bibliotecas públicas de los Estados Unidos, como un reconocido servicio comunitario vital, tuvieron un papel único para ampliar la extensión de los servicios, tanto para la población en sus áreas de servicio como para las de otras demarcaciones.  Milczewski (1941) recogió en esos días cruciales varios testimonios de bibliotecas públicas estatales (California, Georgia, New Jersey, Philadelphia), centrales y sucursales de algunas ciudades (Boston, San Diego, Cincinnati, Detroit, Fort Worth),  a través de los que se describía el trabajo variado que se habían hecho esos centros bibliotecarios para satisfacer las necesidades de servicios especiales en diversas áreas de defensa. Así, concluyó:

 

Por desgracia no todas las bibliotecas han reconocido sus oportunidades y responsabilidades que el aumento de la población en sus zonas de defensa ha presentado. Los informes recibidos indican que algunas bibliotecas no son conscientes de los cambios en las comunidades que la actividad industrial y militar ha provocado. Las instalaciones existentes se están utilizando para la "población normal", pero los recién llegados, cuyas necesidades no se reconocen, se ven obligados a valerse por ellos mismos […]. Las bibliotecas públicas se han jactado de suministrar materiales para la formación industrial y reforzar la moral de la comunidad contra los efectos de propaganda y la falta de comprensión por parte de la gente. Ahora tienen la responsabilidad de servir a los recién llegados cuya moral está en un nivel muy bajo debido a las condiciones insatisfactorias de vida y la falta de instalaciones de la comunidad […].

Muchas bibliotecas se han apresurado a aceptar el reto y han hecho todo lo que está en su poder. Sin embargo, los recursos limitados han obstaculizado su trabajo. Las bibliotecas que no son conscientes del crecimiento de la población a la que sirven y de los problemas de los servicios especiales que ésta ha causado, todavía tienen la oportunidad de actuar. Este es un excelente momento para demostrar que el servicio de biblioteca es un servicio vital para la comunidad, vivo a las necesidades actuales (Milczewski, 1941, p. 264).

 

Se trató entonces que las bibliotecas públicas funcionaran en concordancia con las medidas de emergencia nacional que habían surgido de las necesidades de una nación en guerra total, es decir, centros bibliotecarios que respondieran a las necesidades perentorias acorde con el conflicto bélico (Thorpe and Ruth, 1942). De tal suerte que los proyectos debían girar en torno a las necesidades vinculadas con la gestión de servicios bibliotecarios públicos para arrostrar los desafíos de las hostilidades declaradas. Conforme a la literatura publicada sobre esta temática  (Munn, 1941; Danton, 1942; Hoit, 1942;  Welchner, 1942; Trautman, 1945;  Harig, 1989), los principales frentes de servicio bibliotecario en los que participaron las bibliotecas públicas estadounidenses fueron: información de guerra, defensa civil, defensa moral, apoyo a las industrias de defensa y asistencia a las fuerzas armadas. Proyectos basados, como se ha hecho notar en líneas anteriores, en la política bibliotecaria aprobada por el Consejo Ejecutivo de la ALA. Esto implicó ir más allá de las rutinas normales esenciales que contribuían a un eficiente servicio de biblioteca pública en tiempos de paz.

 

La emergencia de contar con bibliotecas y bibliotecarios para cumplir con las expectativas de la ALA, se consideró parte esencial de la emergencia nacional por la que atravesó ese país durante la Segunda Guerra Mundial. Así que la política bibliotecaria manifiesta públicamente por la ALA, entrañó que las bibliotecas públicas y otras (escolares, académicas y especializadas) debían actuar de inmediato.  

 

Referencias

 

Becker, Patti Clayton. (2005). Books and libraries in American Society during World War II. New York: Routledge.

 

Danton, Emily Miller. (1942). Public library war information centers. American Library Association Bulletin. 36 (8): 500-507

 

Harig, Katherine J. (1989). Library services to the armed forces, 1917-45. Libraries, the military, & civilian life. Hamden, Connecticut: The Shoe String Press. pp. 1-16

 

Hoit, Doris L. (1942). The public library in the community defense organization. American Library Association Bulletin. 36 (2): 69-72

 

Libraries and the War. (1942). American Library Association Bulletin. 36 (1): 3-4

 

M[ilan], C. H. (1940). Libraries and the National Defense Program. American Library Association Bulletin. 34 (8): 429-433, 485

 

Milczewski, Marion A. (1941). Community library service in defense areas. American Library Association Bulletin. 35 (4): 205-210, 264

 

Munn, R. Russell. (1941). Preparedness needs and the library. ). American Library Association Bulletin. 35 (1): 9-11, 40

 

Trautman, Lieut. Col. Ray L. (1945). Books and the soldier. En: Butler, Pierce (editor). Books and libraries in wartime. Chicago: University pf Chicago Press. pp. 53-66

 

Thorpe, Helene; Rutzen, Ruth. (1942). A public library responds to wartime needs. American Library Association Bulletin. 36 (4): 230-242

 

Welchner, Carl E. (1942). Air corps libraries. American Library Association Bulletin. 36 (2): 78-81

 

Willis, Margaret. (1943). An army library – Jefferson Barracks, Mo. American Library Association Bulletin. 37 (4): 121-122

 


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FELIPE MENESES TELLO

Cursó la Licenciatura en Bibliotecología y la Maestría en Bibliotecología en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Doctor en Bibliotecología y Estudios de la Información por la (UNAM). Actualmente es profesor definitivo de asignatura en el Colegio de Bibliotecología de la Facultad de Filosofía y Letras de UNAM. En la licenciatura imparte las cátedras «Fundamentos de Servicios de Información« y «Servicios Bibliotecarios y de Información» con una perspectiva social y política. Asimismo, imparte en el programa de la Maestría en Bibliotecología y Estudios de la Información de esa facultad el seminario «Servicios Bibliotecarios para Comunidades Multiculturales». Es coordinador de la Biblioteca del Instituto de Matemáticas de esa universidad y fundador del Círculo de Estudios sobre Bibliotecología Política y Social (2000-2008) y fue responsable del Correo BiblioPolítico que publicó en varias listas de discusión entre 2000-2010. Creó y administra la página «Ateneo de Bibliotecología Social y Política» en Facebook.