BIBLIOTECAS, SOCIEDAD Y ESTADO


  • Relação entre as bibliotecas, as ações dos profissionais que nelas atuam e o estado.

EL PARADIGMA POLÍTICO DE LA BIBLIOTECA PÚBLICA - V

Brodie en su libro Guerra y política asevera: “Aunque la guerra representa la violencia humana en su forma más intensa, no es simplemente violencia humana” (1978, p. 223). En efecto, un conflicto bélico requiere no solamente ejércitos bien disciplinados y armados en los campos de batalla, pues el acto de fuerza militar, entre dos o más naciones o bandos, también necesita de otras instituciones. El carácter institucional de la guerra, sea civil o internacional, comprende una amplia gama de fenómenos y recursos, entre ellos destacan los que hacen funcionar el «servicio de biblioteca pública» durante el enfrentamiento armado. En concordancia con la literatura que citamos, este tipo de servicio bibliotecario se ha convertido en un recurso indispensable en tiempos de guerra, pues las bibliotecas públicas se transforman en instituciones estratégicas y tácticas para el desarrollo político de los Estados en situación de guerra. Reflexionemos grosso modo en torno al momento en que las bibliotecas se hallan brindando servicios dentro de las coordenadas geopolíticas de las acciones militares. Ilustremos, primero, con experiencias durante una guerra internacional y, segundo, con prácticas en el contexto de una guerra civil.

 

El servicio de biblioteca pública (como el de otros tipos de bibliotecas) no funciona igual que en tiempos de paz en virtud de que este servicio se ve alterado drásticamente por las causas y los efectos que produce la guerra. La perturbación es porque la actuación de la biblioteca pública debe ser planificada con base en el objetivo político de los Estados contrincantes. Asimismo, la escasez de recursos (materiales, económicos y humanos) provocada por los enfrentamientos de los ejércitos y la retirada o el avance de las tropas, entre otros motivos, producen cambios radicales en la configuración de ese servicio. De tal modo que la provisión de materiales de lectura se dificulta sobremanera porque a menudo la población civil - particularmente los niños y ancianos - es evacuada a zonas fuera de peligro debido a las contingencias que provocan las cruentas batallas. Asimismo, cuando las poblaciones y ciudades corren el peligro de convertirse en parte del frente, la evacuación de las bibliotecas se lleva a cabo tanto para proteger a su personal como sus acervos bibliográficos. El servicio bibliotecario público se complica más porque también está dirigido a los combatientes en reserva o en plena lucha. Así que en los preparativos para el itinerario de la guerra, los recursos bibliotecarios forman parte relevante de la fuente que conforman los medios de defensa, resistencia y ofensiva tanto del pueblo como de las fuerzas armadas en conflicto.

 

La relación entre las unidades militares y las bibliotecas públicas en Inglaterra durante la Segunda Guerra Mundial se produjo, por ejemplo, a través del préstamo de cajas de libros, bibliotecas ambulantes y bibliotecas sucursales que se creaban cerca o dentro de esas unidades. Aunque se admite que la prestación de los servicios a la defensa civil en ese país fue una tarea en la que las bibliotecas públicas participaron aún más que a disposición de las fuerzas armadas, pues desde el comienzo de la guerra aquellas bibliotecas suministraron libros a los servicios dedicados a la defensa del pueblo. Así que colecciones de libros fueron enviadas por muchas bibliotecas de condado a puestos de primeros auxilios, estaciones de servicio contra incendios, centros de informes y otros puntos en los que el personal se dedicó al trabajo de protección civil; servicio bibliotecario que sería profundamente apreciado (Kelly, 1977, pp. 332-333).

 

Los servicios bibliotecarios en tiempos de guerra, no obstante, han sido interrumpidos debido a la toma de los edificios de las bibliotecas públicas para fines bélicos. Esta situación varía según las circunstancias, pues este acto puede ser tanto por parte del Estado agredido como del Estado agresor. Como ejemplo recordemos lo que aconteció con las bibliotecas públicas localizadas en varias partes de Inglaterra (Birkenhead, Torquay, Islington, York, Lincoln, Colchester, Sheffields, Cirencester). Al respecto Kelly refiere cómo algunas bibliotecas, que habían sido instaladas en sótanos, fueron convertidas en refugios antiaéreos, en oficinas de alimentos, en sedes del servicio de ambulancias de la defensa civil, en departamentos de gobierno hasta el fin o mucho después de la guerra (1977, p. 328). La causa principal de este trastorno en torno a los servicios de biblioteca pública en ese país se debió a los severos bombardeos que lanzaron los aviones de la Luftwaffe (fuerza aérea alemana) sobre Londres y varios pueblos y ciudades de Inglaterra.

 

Bajo las consignas lanzadas por el Comité Central del Partido Comunista y el Consejo de Comisarios del Pueblo de la URSS, ¡Todo para el frente! ¡Todo para la Victoria!, desde los primeros días de la guerra (junio de 1941) entre la Alemania y la Unión Soviética, todos los sistemas bibliotecarios de esa nación confederada el principal trabajo que desempeñaron fue en pro de la defensa del país. Esta política de Estado sería característica hasta muy cerca del frente de batalla, en donde las bibliotecas públicas permanecían abiertas. En términos generales, los servicios de esos recintos se destinaron tanto para apoyar a las fuerzas armadas en el frente de batalla como para sostener una fuerte retaguardia cuyo principal protagonista era el pueblo soviético en armas.

 

Recordemos someramente el caso de los bibliotecarios soviéticos durante la invasión del ejército alemán. En ese contexto se distingue la resistencia bibliotecaria cívico-militar, la cual podemos sintetizar con el ejemplo del personal de la Biblioteca Pública Estatal “M. E. Saltykov Schedrín”, con sede en la ciudad entonces llamada Leningrado. Ese centro urbano se convertiría, como sabemos, en una ciudad-frente. En virtud del arduo trabajo de servicio que realizó esa importante Biblioteca Pública Estatal durante la Gran Guerra Patria, término dado por los soviéticos al conflicto bélico contra la Alemania nazi durante la Segunda Guerra Mundial, algunos bibliotecarios, como la trabajadora Zina Ivanova, serían condecorados con la «Orden de la bandera Roja del Trabajo». Asimismo, el colectivo bibliotecario de esa institución pública fue galardonado con la medalla «Por la defensa de Leningrado» (Francfurt, 1946; Roig, 1982).

 

Desde una perspectiva de menor escala, durante la guerra civil española el territorio en disputa se dividió en zona nacionalista y en zona republicana. En la primera no se tiene noticia de la disponibilidad de servicios de biblioteca pública, ni para el pueblo ni para el ejército (Escolar, 1987, p. 252); mientras en la zona republicana la Sección de Bibliotecas de Cultura Popular “se centró en la ayuda a los que combatían, llevando los libros a los cuarteles, hospitales y a la primera línea del frente” (Escolar, 1987, p. 137). En Cataluña, al comienzo de la guerra, se formó el Server de Biblioteques al Front, mismo que contó con un bibliobús para llevar su acervo a las zonas de combate (Escolar, 1987, p. 138). El servicio de lectura pública entre los republicanos se implementó a través de lo que se ha denominado «bibliotecas de guerra», mecanismo mediante el cual el Ministerio de Instrucción Pública supo vincular «política, guerra y bibliotecas». Extraña relación para aquellos colegas que solamente estudian e investigan las bibliotecas públicas en servicio en tiempos de paz.

 

El movimiento bibliotecario puesto en marcha por Cultura Popular, con el apoyo del Ministerio de Instrucción Pública y la Cámara Oficial del Libro, durante esa guerra civil estuvo constituido por varios tipos de bibliotecas: de hospitales, de cuarteles, de guarderías infantiles y de trincheras, las cuales eran abastecidas por una biblioteca central. Organizadas bajo el concepto de préstamo, esas bibliotecas serían en esencia acervos bibliográficos de carácter circulante, principalmente destinados a los milicianos del Ejército Popular. La distribución y el préstamo de libros alcanzarían así tanto a la retaguardia como a los frentes. Servicio que se interrelacionó con la entrega sistemática de periódicos entre los heridos y combatientes. El reparto de material bibliográfico en cuanto a libros y prensa, estuvo de tal manera “en estrecha relación con la organización del trabajo político entre los milicianos” (Vicéns, 2002, p. 71).

 

Aunque este servicio se alteró a menudo por el curso del conflicto bélico o se obstaculizó en virtud del estado de analfabetismo y el escaso hábito de lectura de los milicianos, pues se sabe que:

 

Las bibliotecas de guerra (de batallones, hospitales y hogares de soldados) se perdían al principio en gran cantidad a causa de las frecuentes retiradas de las tropas y de la reorganización de las unidades militares. También porque, a pesar del interés general por la cultura y consecuente respeto admirativo por el libro, muchos combatientes eran analfabetos y la mayoría de los restantes no sentía afición por la lectura de libros. La situación de las bibliotecas mejoró con la aparición de los comisarios políticos, muchos de los cuales consideraban el material gráfico, principalmente la prensa y los folletos, imprescindible para su trabajo de mejorar la situación política de la tropa y elevar su moral combativa. (Escolar, 1987, pp. 137-138).

 

Si en esa disputa civil deseaba el ala republicana educar al pueblo en armas, hacerlo partícipe del uso de las colecciones bibliográficas distribuidas en los hospitales, en las trincheras y en otros lugares, había que combatir entonces el analfabetismo con firmeza y proporcionarle los espacios educativos indispensables. Para tal efecto:

 

El Gobierno formó equipos de milicianos-maestros que se dedicaran a alfabetizar en el frente y en las zonas rurales de la retaguardia, mantuvo en funcionamiento las escuelas profesionales, creó bachilleratos simplificados, y fundó universidades populares e institutos de formación… La creación de bibliotecas rurales, en los frentes y en todos los lugares posibles, forma parte del gran esfuerzo puesto en hacer llegar la educación hasta los puntos más recónditos de la geografía española. (Lanni, 2008, p. 81).

 

Así, durante la guerra civil de España los líderes republicanos percibieron la necesidad de ampliar el servicio de lectura pública, disponible a través de las bibliotecas de guerra y otras, transformándolo en servicio de lectura política entre el pueblo armado. Para tal efecto, los periódicos, los folletos y las películas complementaron las colecciones de libros; la distribución de estos materiales permitieron llevar a cabo labores de agitación y propaganda que ellos consideraron apropiadas. Al respecto se asevera:

 

Aunque Cultura Popular prestó singular atención a los servicios bibliotecarios, unos de los trabajos preferentes fue la entrega diaria de varios millares de periódicos y revistas a las unidades militares, así como la agitación política mediante mítines. Para esta última tarea le resultaron sumamente útiles los camiones que un grupo de editores había adquirido y preparado para el transporte y exhibición de libros y que contaban con equipos de megafonía y proyección cinematográfica. (Escolar, 1987, p. 38).

 

Se puede avizorar que esa guerra civil evidenció la necesidad de relacionar la cultura popular con la cultura política, por un lado, y con la cultura militar, por el otro. Libros y periódicos tanto para el pueblo como para los miembros del Ejército Popular. Para ilustrar este suceso histórico se sugiere ver el video que trata precisamente acerca de las bibliotecas durante la guerra civil española en la zona republicana:

 

http://www.youtube.com/watch?v=7twyQ4SqND0

 

 

Referencias

 

Brodie, Bernard. (1978). Guerra y política. México: Fondo de Cultura Económica.

 

Kelly, Thomas. (1977). The second World War: the wartime scene. History of public libraries in Great Britain (1845-1975). London: Library Association.

 

Escolar, Hipólito. (1987). La cultura durante la guerra civil. Madrid: Alhambra.

 

Francfurt, L. “Gosudarstveninnaya ordena Trudovogo Krasnogo Znamieni publichnaya biblioteka im. M. E. Saltikov Shedrin”. [Condecorada con la orden Bandera Roja del Trabajo la biblioteca pública estatal “M. E. Saltikov Shedrin]. Bibliotekar. (2-3) (1946): 32-39

 

Lanni, Valeria. (2008). Guerra y revolución en España. México: Ocean Sur.

 

Vicéns, Juan. (2002). Cultura popular se adapta a las circunstancias creadas por la guerra. En: España Viva: el pueblo a la conquista de la cultura. Madrid: Vosa. pp. 69-73.


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FELIPE MENESES TELLO

Cursó la Licenciatura en Bibliotecología y la Maestría en Bibliotecología en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Doctor en Bibliotecología y Estudios de la Información por la (UNAM). Actualmente es profesor definitivo de asignatura en el Colegio de Bibliotecología de la Facultad de Filosofía y Letras de UNAM. En la licenciatura imparte las cátedras «Fundamentos de Servicios de Información« y «Servicios Bibliotecarios y de Información» con una perspectiva social y política. Asimismo, imparte en el programa de la Maestría en Bibliotecología y Estudios de la Información de esa facultad el seminario «Servicios Bibliotecarios para Comunidades Multiculturales». Es coordinador de la Biblioteca del Instituto de Matemáticas de esa universidad y fundador del Círculo de Estudios sobre Bibliotecología Política y Social (2000-2008) y fue responsable del Correo BiblioPolítico que publicó en varias listas de discusión entre 2000-2010. Creó y administra la página «Ateneo de Bibliotecología Social y Política» en Facebook.