BIBLIOTECAS, SOCIEDAD Y ESTADO


  • Relação entre as bibliotecas, as ações dos profissionais que nelas atuam e o estado.

LA RESPONSABILIDAD DE CONSERVACIÓN DEL PERSONAL BIBLIOTECARIO

Esta responsabilidad del personal bibliotecario infiere poner la debida atención en el cuidado de los acervos bibliográficos que selecciona, adquiere, cataloga, clasifica y circula entre la comunidad de usuarios. Los objetivos técnicos esenciales son evitar o retardar el deterioro del material y prologar el tiempo de uso de los documentos. La función de conservación de los fondos documentales es un cometido que con especial arraigo ha desempeñado el personal de las bibliotecas desde tiempos antiguos hasta hoy en día. Pero esta función ha variado con el paso del tiempo (Allo, 1997: 255). El pensamiento y la práctica de conservación de los bienes bibliográficos no siempre se han ceñido al mero cuidado material de los materiales, como tampoco a la filosofía democrática de uso de estos recursos de lectura individual y comunitaria. También la responsabilidad de conservación se ha adulterado o corrompido a través de las políticas de la censura. El bibliotecario celador ha simbolizado, en otras coordenadas de tiempo y espacio, las prácticas retrógradas de sistemas intolerantes y represivos, confundiéndose así la responsabilidad de conservar con la celosa prohibición de acceso a los libros. 

Así, durante muchos siglos el paradigma del bibliotecario custodio fue el que predominó no solamente para cuidar los libros del maltrato de los lectores sino, además, para ayudar a proteger el status quo del sistema social imperante. Afanoso centinela cuyo compromiso de guarda era una gran parte de su labor de conservación de los documentos. Desde esta arista, en diferentes etapas históricas se observa que el trabajo bibliotecario fue parte importante en el engranaje de la censura civil, eclesiástica y gubernamental. De tal modo que la responsabilidad de conservación, antes del origen de las bibliotecas públicas modernas, consistió, en algunos contextos coloniales, en apartar de las colecciones aquellos libros prohibidos por los órganos autorizados de la sociedad y el Estado. Si bien la figura del libro prohibido no ha desaparecido por completo (Knox, 2015), este estado de censura se ha atenuado alrededor del mundo gracias a las luchas sociales que han favorecido la práctica de los valores de la democracia y la defensa de los derechos humanos. Movimientos sociales en los que algunas comunidades bibliotecarias no se han mantenido al margen. Pero no es la imagen del bibliotecario vigía, garante de la censura, la que nos interesa analizar para destacar la responsabilidad de conservar los materiales de lectura.

Los puntos de vista teóricos, prácticos e históricos (Adcock, 2000; Harvey, 1993; Ogden, 1996; Sánchez, 1999;) aluden a tres procesos correlativos: preservación, conservación y restauración (Allo, 1997: 277) del patrimonio bibliográfico, parte relevante del patrimonio cultural de la humanidad. Preservar infiere resguardar los documentos con anticipación, esto es, se trata de practicar procedimientos de conservación preventiva; conservar implica proteger con cuidado estos para su permanencia en el tiempo y espacio; restaurar supone reparar daños, es decir, es realizar prácticas de conservación curativa (Almela, 1976) para rehabilitar y estabilizar la materialidad del acervo. Así que la preservación de las colecciones bibliográficas incluye los proyectos, los métodos y las técnicas para realizar apropiadamente el depósito o almacenamiento de cada pieza documental en espacios seguros. La conservación comprende los planes y las prácticas para proteger los materiales y así evitar el deterioro, daño o abandono. La restauración es la aplicación de conocimientos técnicos para restañar y reparar daños ocasionados por el tiempo, el ambiente o el humano. El trabajo responsable en el cuidado de los acervos requiere tomar en cuenta esta tríada de procesos que se complementan para prevenir, retardar y/o detener el deterioro documental. 

Otro enfoque entre preservación y conservación es el que refiere: la preservación es el cuidado de los materiales en su conjunto; la conservación es el tratamiento físico individual de los materiales de la biblioteca (Cloonan, 2001: 232). Se trata de mira cuantitativa, de una visión panorámica que deja de lado características más puntuales que gravitan en torno al concepto de herencia cultural

La responsabilidad de conservación, como eslabón central, sugiere tanto preservar o resguardar como restaurar o rehabilitar toda variedad de documentos. Compromete al personal bibliotecario estar atento a la vulnerabilidad, la fragilidad y la durabilidad del material de la biblioteca en relación con la naturaleza de los soportes, la calidad del equipo de almacenamiento y los mecanismos de uso. De tal modo que se asevera: “El personal responsable y profesional de una biblioteca debe estar comprometido con el cuidado y la preservación del material con el que trabaja” (Adcock, 2000: 12). Preservar, conservar y restaurar son las formas que ayudan a pensar en servir mejor a las presentes y futuras generaciones de lectores y usuarios de los centros bibliotecarios. En este sentido la responsabilidad que ocupa nuestra atención se vincula estrechamente con la responsabilidad de servicio. A pregunta expresa ¿quién es responsable de preservar y conservar los fondos documentales en las bibliotecas? Una respuesta puntual es la siguiente:

Todos son responsables. Mientras los especialistas en preservación y conservación pueden aconsejar y llevar a cabo actividades específicas, es tarea de todo el personal de la biblioteca, desde el director hacia abajo, salvaguardar las colecciones. Las medidas de preservación deben ser respaldadas, apoyadas e incentivadas por todo el personal de la biblioteca, cualquiera sea su nivel (Adcock, 2000: 12). 

Más aún, la protección del patrimonio cultural mediante el quehacer de conservación de las bibliotecas es un compromiso global porque se estima: “Las obras documentales en todos sus formatos, incluyendo las obras digitales, son una parte fundamental de nuestro patrimonio cultural. Preservar, proteger y trabajar con las mismas para que las generaciones futuras tengan acceso a ellos constituye la base de la tarea de las bibliotecas a nivel mundial” (IFLA, 2017). Es decir, con la mira de garantizar: 1] la permanencia física y digital de los documentos tiene la finalidad superior de conservar el conocimiento para la sociedad, de guardar con esmero la memoria colectiva y 2] el acceso integral de la comunidad a los fondos documentales organizados en los diversos sistemas bibliotecarios y de información. Recordemos las palabras de Almela (1961: 88) “Si un libro se pierde en lo absoluto, materialmente, la cultura universal padece una gran desgracia”, y más aún si este es valorado como una joya bibliográfica. 

La responsabilidad de conservación está basada en conocimiento técnico, pero encauzarla adecuadamente requiere considerar aspectos culturales, sociales, políticos, económicos e, incluso, ideológicos. Un acercamiento a esta idea es la que refiere Cloonan (2001: 232), al inferir que la preservación no se limita a problemas técnicos y estéticos porque esta tiene dimensiones sociales y aspectos culturales. No obstante, esta misma autora observa y cuestiona: “La literatura de biblioteca y archivo está repleta de escritos sobre aspectos técnicos de la preservación. Pero, ¿dónde están los artículos que abordan los problemas de preservación desde una perspectiva de política pública, económica, política, social o educativa?” (2001: 238). Ella responde: “no hay publicaciones en la bibliografía sobre la biblioteca que aborden los importantes problemas sociales que son tan cruciales para la supervivencia de los materiales del patrimonio cultural” (2001:239). Apreciar en su justa dimensión la responsabilidad de conservación documental del personal bibliotecario entraña reflexionar sobre la necesidad de llenar este vacío intelectual en la literatura profesional, sobre todo la que se publica en América Latina. 

El trabajo de conservación, en la esfera de las bibliotecas, no es inocuo porque se conservan las colecciones para mantener informada, social y políticamente, a las presentes y futuras sociedades sobre sus necesidades de información, educación y esparcimiento. Preservar, conservar y restaurar acervos de periódicos, por ejemplo, tienen un gran impacto en la generación de la opinión pública, fenómeno que puede ocasionar grandes movimientos sociales y orientar una gran variedad de indicadores sobre los principales problemas nacionales que dañan a los países latinoamericanos. Entonces, si bien las tareas de “preservación incluyen el desarrollo y la implementación de planes de desastres, la reparación y reencuadernación de materiales, la eliminación de la acidificación y el encapsulado de materiales, el reformateo o la digitalización y la migración de materiales” (Rubin, 2010: 169) impresos a electrónicos, la responsabilidad de conservación va más allá del mero ejercicio técnico del personal bibliotecario. Y es así porque al imperativo moral de preservar hay que agregar los imperativos social, político y cultural de preservar (Cloonan, 2007: 747). La misma idea puede surtir efecto tanto para conservar como para restaurar. Así, podemos citar las elocuentes palabras de Michèle Valerie Cloonan, estudiosa de las dimensiones culturales, morales y éticas de la preservación del patrimonio cultural:

La responsabilidad de la preservación del patrimonio cultural es más compleja y acuciante hoy que en cualquier otro momento de la historia. No bastará con una estrategia única para preservar la amplia gama de nuestros artefactos culturales (físicos y cibernéticos). Ninguna definición única de preservación comunicará la totalidad de lo que tenemos que hacer para mantener todas nuestras colecciones (Cloonan, 2001: 238).

La responsabilidad de conservación es, en efecto, complicada y apremiante en los tiempos que corren porque la fiebre por lo electrónico y/o digital entre la comunidad bibliotecaria mundial, está quebrantando peligrosamente el desarrollo de las colecciones físicas, la protección de los documentos originales y la garantía de acceso para aquellos que continúan solicitando, por ejemplo, los libros impresos. Así que hoy en día muchas bibliotecas especializadas y académicas, entre otras, han anulado programas de conservación en virtud que han estado siguiendo la tendencia que apunta hacia la digitalización de los acervos conservados en papel. Esto en el entendido que esas bibliotecas están desechando los originales una vez concluido los procesos de digitalización. Sin meditar esta comunidad en los posibles riesgos que esto podría ocasionar en un futuro mediato para seguir garantizando el pleno acceso a determinados autores, títulos o temas. Actuar así para Cloonan es estar miope, tener mente estrecha y ser contraproducente (Cloonan, 2001: 240). Lo mismo se puede pensar en torno del personal bibliotecario que está declinando la selección y adquisición de libros impresos por preferentemente libros electrónicos, argumentando su osadía en torno al clásico problema que repite a menudo: la falta de espacio en el edificio de la biblioteca. 

Referencias

Adcock, E. P. (ed.) (2000). IFLA: Principios para el cuidado y manejo de material de bibliotecas. Santiago de Chile: DIBAM. 

Allo Manero, M. A. (1997). Teoría e historia de la conservación y restauración de documentos. Revista General de Información y Documentación. 7 (1), 253-295.

Amela Meliá, J. (1976). Higiene y terapéutica del libro. 2ª ed. México: Fondo de Cultura Económica. 

---------------. (1961). La conservación de libros y manuscritos. Anuario de Biblioteconomía y Archivonomía. Año 1, México: Universidad Nacional Autónoma de México, pp. 81-97 

Cloonan, M. V. (2007). The moral imperative to preserve. Library Trends. 55 (3), 746-755

---------------. (2001). W(h)ither preservation? Library Quarterly. 71 (2), 231-242 

Harvey, D. R. (1993). Preservation in Libraries – Principles, Strategies and Practices for Librarians. Londres: Bowker-Saur. 

IFLA. (2017). Preservación del patrimonio cultural: guía de la IFLA. The Hague, IFLA. Fecha de consulta. 01 de abril de 2018. URL:
https://www.ifla.org/files/assets/hq/topics/cultural-heritage/documents/preserving-cultural-heritage-es.pdf

Knox, E. (2015). Book banning in 21st-century America. Lanham: Rowman & Littlefield. 

Ogden, Sh. (ed.) (1996). Preservation of Library and Archival Materials. Andover, MA: Northeast Document Conservation Center. 

Rubin, R. E. (2010). Foundations of library and information science. 3rd ed. New York: Neal-Schuman Publishers.

Sánchez Hernam Perez, A. (1999). Políticas de conservación en bibliotecas. Madrid: Arco/Libros.


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FELIPE MENESES TELLO

Cursó la Licenciatura en Bibliotecología y la Maestría en Bibliotecología en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Doctor en Bibliotecología y Estudios de la Información por la (UNAM). Actualmente es profesor definitivo de asignatura en el Colegio de Bibliotecología de la Facultad de Filosofía y Letras de UNAM. En la licenciatura imparte las cátedras «Fundamentos de Servicios de Información« y «Servicios Bibliotecarios y de Información» con una perspectiva social y política. Asimismo, imparte en el programa de la Maestría en Bibliotecología y Estudios de la Información de esa facultad el seminario «Servicios Bibliotecarios para Comunidades Multiculturales». Es coordinador de la Biblioteca del Instituto de Matemáticas de esa universidad y fundador del Círculo de Estudios sobre Bibliotecología Política y Social (2000-2008) y fue responsable del Correo BiblioPolítico que publicó en varias listas de discusión entre 2000-2010. Creó y administra la página «Ateneo de Bibliotecología Social y Política» en Facebook.