BIBLIOTECAS, SOCIEDAD Y ESTADO


  • Relação entre as bibliotecas, as ações dos profissionais que nelas atuam e o estado.

LA RESPONSABILIDAD HUMANA DEL PERSONAL BIBLIOTECARIO

Esta responsabilidad se basa en el papel humanístico que desempeña la biblioteconomía en el mundo, es decir en el desempeño humano de quien la practica y en la satisfacción humana de quien es beneficiario a través de los recursos y servicios que le proporciona sistemáticamente. En este sentido, concordamos con la idea que expresa Cossette: “El trabajo de la biblioteconomía es una actividad definitoria que da un sentido, una actitud comprensiva hacia la humanidad y el mundo” (2009: 9). Este punto de vista infiere asumir importantes cuotas de responsabilidad frente a determinados problemas sociales y no solamente de cara a los procesos que implican administración bibliotecaria. No obstante, los métodos y las técnicas del personal bibliotecario profesional, apoyado por el personal bibliotecario auxiliar, pueden tener el potencial indispensable para colaborar en la recuperación de lo  humano, para ayudar a recobrar la dignidad perdida en algunos contextos generadores de extrema vulnerabilidad social (Meneses, 2008). Esto es importante porque como se afirma: “El trabajo de la biblioteconomía es verdaderamente un esfuerzo humano, es decir una actividad de la humanidad para la humanidad, que tiene como fin el bienestar de la humanidad” (Cossette, 2009: 59). Así, el servicio de biblioteca debe estar pensado para favorecer al género humano que vive en sociedad; para ayudarle a que alcance momentos de bienestar físico, mental y social; para que logre situaciones de felicidad.   

Lo humanístico, en relación con la práctica del personal bibliotecario, implica recordar que la bibliotecología es apreciada, dado su valor científico, como una de las disciplinas de las humanidades. También entraña reconocer la carga de humanismo que tiene o puede tener el trabajo bibliotecario cuando a los lectores y usuarios se les valora como seres humanos, cuando se estima en primera instancia su condición humana. Acorde con esta percepción, la responsabilidad humana de quienes laboran en las instituciones denominadas bibliotecas, está ligada a la preocupación, el cuidado, la atención, la generosidad y la compasión que mueven las relaciones humanas en el plano de los servicios bibliotecarios y de información. Asimismo, si el humanismo es una de las bases de la filosofía de la biblioteconomía, el quehacer del personal bibliotecario puede y debe figurar como el componente medular de la biblioteconomía humanista, comprometida con el desarrollo humano, a partir de la cual permita hacer germinar y crecer y consolidar la noción del bibliotecario humanista (Rosenzweig, 2004: 42-43). Consecuentemente el valor científico de la bibliotecología debe articularse con su valor humanístico que permita reflejarse a través de una de sus ramas: la biblioteconomía como la profesión que se formula y practica “para el bien de la humanidad” (Cossette, 2009: 40). 

A pesar de la estrecha relación que existe entre el humanismo y las bibliotecas, el discurso bibliotecológico contemporáneo ha considerado escasamente la razón humana, el valor de la entidad humana, el desarrollo de las cualidades del ser humano y el factor humano de quienes hacen funcionar y usan las bibliotecas. Esto se percibe claramente no sólo en la literatura de esta disciplina sino también en el mundo de la práctica bibliotecaria. Motivo por el que necesitamos articular, en el marco de nuestro sistema de responsabilidades del personal bibliotecario, las figuras de los lectores, los usuarios y los ciudadanos con el concepto de «seres humanos». Un acercamiento viable es mediante la argumentación que la literatura en bibliotecología ha desarrollado en torno a la relación bibliotecas y derechos humanos (Edwards y Edwards, 2010; López y Vives, 2013; Jaeger, Taylor y Gorham, 2015, Meneses, 2016) y al tema el personal bibliotecario como defensor de los derechos humanos (McCook, 2004; McCook, 2007). O bien acerca del enfoque general entre biblioteconomía y derechos humanos (Samek, 2007; Samek, 2008). En efecto, el encauzamiento de lo humano, tanto en el pensamiento bibliotecológico como en la práctica bibliotecaria, es viable razonarlo mediante la vinculación que existe entre el servicio de biblioteca y la Declaración Universal de los Derechos Humanos (DUDH), entre otros documentos afines. En este sentido es tiempo ya que en América Latina y en otras latitudes discurramos sobre el tópico: la biblioteca como derecho humano (Meneses, 2016: 23-25) para, por ejemplo, reconocer y hacer efectivos los derechos culturales y los derechos lingüísticos (Albarillo, 2010).Y así lograr profundizar y complementar el tema: la información como derecho humano (Koren, 1997; Sturges y Gastinger, 2010; Lenart y Koshelek, 2015), el cual gira alrededor de los derechos civiles, sociales, políticos y económicos que proclama, desde el 10 de diciembre de 1948, la DUDH. En esta esfera quienes trabajan en las bibliotecas especializadas sobre derechos humanos pueden fungir como la vanguardia para ayudar en la promoción, la protección y el respeto de ese conjunto de preceptos, principios, valores y normas que rigen las relaciones humanas. Estos centros bibliotecarios es posible ponderarlos cuando se valora que

[…] los servicios bibliotecarios y de información en la esfera de los DH pueden considerarse como los recursos indispensables para ayudar a educar e informar a las diversas comunidades de usuarios; así como para contribuir a mitigar y castigar a los responsables que cometen violaciones a esos derechos fundamentales (Meneses, 2016: 22).

En el plano de la responsabilidad en cuestión, el valor de la justicia es preponderante, principalmente en la práctica bibliotecaria destinada a todos los grupos sociales. Un acercamiento a este planteamiento es cuando se asevera: “Las bibliotecas públicas tienen el potencial de ser poderosas fuerzas en la lucha por la justicia social” (Pateman y Vincent, 2010: 142). No cabe duda que algunos colegas de países del hemisferio norte occidental, tienen la plena convicción de que el trabajo de biblioteca está ligado a cuestiones de justicia social (Pateman y Vincent, 2010; Jaeger, Taylor y Gorham, 2015; Bales, 2017). De tal modo que el fenómeno de la desigualdad social, entroncado con el de la exclusión social, ha logrado hacer mella en la conciencia crítica de algunos profesionales de la biblioteca para pensar en el compromiso que el personal bibliotecario deber tener presente sobre esta grave problemática social que encara la humanidad.

El pensamiento crítico bibliotecario ha estado determinando así que las instituciones bibliotecarias forman parte de un complejo tejido de relaciones humanas que se extiende más allá de las técnicas y los métodos que se practican en estos espacios de información bibliográfica. De tal suerte que el personal que labora en los distintos tipos de bibliotecas está siendo considerado como posible defensor de primera línea sobre asuntos de justicia social, asumiendo así la figura de agente de cambio en aquellos contextos donde predominan aún las concepciones idealizadas de la cultural tradicional occidental. Esta corriente pugna por formar «bibliotecarios transformadores», aptos para analizar, discutir y refutar, por ejemplo, la idea conservadora que se refiere a la “neutralidad de la biblioteca”.

El asunto de la justicia social y dos de sus ejes temáticos (la desigualdad social y la exclusión social), en torno a la práctica bibliotecaria, está estrechamente vinculado a la relación «bibliotecas y pobreza», esto es, al compromiso bibliotecario con los pobres (Holt y Holt, 2010: ·9). Desde el punto de vista humano, el personal profesional que labora en los diferentes sistemas de esta naturaleza de instituciones documentales no ha pasado inadvertido el enfoque que nos advierte que los pobres también tienen la necesidad humana y el derecho humano de usar las bibliotecas, de tener acceso a la información organizada. La literatura bibliotecológica desde el siglo pasado (Venturella, 1998), en relación con esta complicada temática, nos ilustra en este sentido. Karen Venturella, bibliotecaria de la Montclair State University en Nueva Jersey, ha sido enfática al respecto al afirmar:

Como bibliotecaria, creo que la información es poder y que podría usar mis habilidades de biblioteca para capacitar a otros y asegurar el acceso a la información para todos, independientemente del nivel económico. Las bibliotecas y los bibliotecarios necesitan mirar nuestras políticas y preguntarse cómo éstas afectan a todos nuestros usuarios, incluyendo a los pobres (Venturella, 1998: 30).

Actualmente toda política pública en nuestra región continental que pretenda fomentar el bien de los seres humanos a través de uso de las colecciones y servicios de las bibliotecas, debe tener en cuenta la cifra que la Comisión Económica para América Latina y el Caribe reporta: existen 175 millones de pobres en Latinoamérica. Pero también en los países hegemónicos hay pobres. Venturella, basándose en una fuente de 1996, aseveraría:

Casi 49 millones de ciudadanos estadounidenses viven ahora el nivel de pobreza. Los niños son el segmento de más rápido crecimiento de los pobres. Veintitrés por ciento de los niños menores de seis años de edad en esta nación vive en la pobreza y el 40 por ciento de los 37 millones de personas que viven por debajo del nivel de pobreza son menores de 18 años (Venturella, 1998: 29).

Si la pobreza es un fenómeno mundial, un mal de la humanidad, estamos ante un problema que atañe también a aquellas personas que estudian, enseñan y practican la biblioteconomía como rama de la bibliotecología. Por esto es importante entender cómo se definen los niveles, las diferencias y las normas de la pobreza, pues no basta con reconocer únicamente la dimensión monetaria: “La pobreza es una condición económica. Las personas o familias son pobres cuando carecen de dinero para comprar bienes y servicios” (Holt y Holt, 2010: 3). Es menester también tener presente los puntos de vista ético y sociológico de esta problemática.  

La práctica bibliotecaria en la esfera de la justicia, como principio general del derecho, concierne precisamente al ejercicio de la biblioteconomía del derecho (law librarianship), es decir, al funcionamiento del sistema de bibliotecas jurídicas en general y al sistema de bibliotecas judiciales en particular. En este plano, el personal bibliotecario que trabaja para apoyar la procuración y la impartición de justicia a través de los órganos del Poder Judicial del Estado, debe actuar en concordancia con lo que implica la responsabilidad humana de hacer andar con efectividad las instituciones comprometidas con la aplicación de la ley, esto es, con el sistema de reglas que se crean y se hacen cumplir a través del aparato gubernamental correspondiente para regular y asegurar el comportamiento respetuoso de los miembros y grupos de la comunidad. En términos generales, la dimensión de la ley, como elemento de apoyo de la justicia, se divide en derecho penal y derecho civil. El primero sanciona las conductas consideradas nocivas para el orden social y en las que el culpable puede ser encarcelado o multado. El segundo se ocupa de la resolución de demandas (disputas) entre individuos u organizaciones. Desde esta perspectiva, el personal bibliotecario comprometido con lo humanamente justo como bien común de la sociedad comprende el trabajo que realiza en los tres diferentes tipos de bibliotecas que reconoce la American Association of Law Libraries: Government law libraries, Private law libraries y Academic law libraries. En esta estructura hallamos aquellas bibliotecas especializadas en derechos humanos puesto que por la naturaleza de sus acervos y servicios que prestan a sus comunidades de usuarios, “son bibliotecas jurídicas que se hallan funcionando en el entramado de ciertos organismos gubernamentales, académicos y no gubernamentales” (Meneses, 2016: 23). 

Desde otro ángulo, el personal que labora en bibliotecas especializadas sobre diferentes ciencias (como ecología, biología, química, física, veterinaria y otros campos afines), no puede ser insensible ante los problemas ambientales que padecen la humanidad y el planeta que habita. La pérdida de biodiversidad, el cambio climático, la contaminación y la extinción de animales son asuntos globales que deben motivar para desarrollar colecciones y administrar servicios que ayuden a disminuir el acelerado deterioro ambiental del planeta. La responsabilidad humana del personal de biblioteca en torno a esta problemática no solamente es de los bibliotecarios especializados en dichas ciencias, también es de los bibliotecarios públicos, escolares, académicos y especializados en otras disciplinas humanísticas y sociales, pues urge tanto generar y tener conocimiento como formar ciudadanía lúcida y sensata, desde diferentes aristas, sobre el cuidado de la flora, la fauna, la tierra, el agua y la atmósfera. Si los seres humanos compartimos el mismo planeta, es responsabilidad de todos trabajar para promover la armonía con la naturaleza y así alcanzar el equilibrio entre las diversas necesidades de las presentes y futuras generaciones. Como humanos, los bibliotecarios debemos sumarnos por el bienestar del  Planeta Tierra, de la Madre Tierra o de la Pachamama. Con base con esta perspectiva, la responsabilidad humana se relaciona con la responsabilidad ambiental, sobre la que reflexionaremos con más detalle en otro rubro.

La sociedad necesita de personal médico para mantenerse en buen estado de salud física y mental. Por lo tanto requiere también de escuelas que permitan formar los cuadros profesionales indispensables de la medicina y enfermería. Planteles de educación superior que demandan contar con eficientes y suficientes bibliotecas especializadas sobre asuntos médicos. Los hospitales, las clínicas y los sanatorios también precisan de bibliotecas o colecciones médicas, según la especialidad y la población que cubren. El personal bibliotecario al servicio de este importante sector de salubridad tiene asimismo la responsabilidad humana de ayudar a salvar vidas, manteniendo bien informados a quienes enseñan, estudian y ejercen la profesión de los galenos, tanto en tiempos apacibles como calamitosos. No omitamos el relevante trabajo de la «biblioteca de hospital», destinada a los pacientes; servicio bibliotecario que ofrece colecciones de lectura tanto sobre cuestiones de salud como recreativas. El documento Pautas para bibliotecas al servicio de pacientes de hospital, ancianos y discapacitados en centros  de atención de larga duración, que elaboró la Sección de Servicios Bibliotecarios para Personas en Situación de Desventaja de la IFLA, es un ejemplo en este sentido. La responsabilidad del personal bibliotecario en el contexto médico no es solamente administrativa, pues cuando está en riesgo la cura de los enfermos y la recuperación plena de su salud, la calidad de la información bibliográfica pertinente y relevante puede jugar un papel importante en la calidad de vida de los seres humanos. La protección de este valor está estrechamente relacionada con la dignidad humana y regulada por la responsabilidad médica que apunta a mitigar el dolor de los enfermos. Así que el bienestar físico, mental y social de la gente no depende únicamente del personal médico, también el personal que labora en las bibliotecas de facultades de medicina y de instituciones hospitalarias tiene una gran responsabilidad humana porque la salud es un bien individual y colectivo que reclama de recursos en materia de información y conocimiento.   

En el año 2000 la organización no gubernamental Stop the Violence en la ciudad danesa de Copenhague creó el proyecto «Bibliotecas Humanas». El objetivo apuntó desde entonces a cultivar los valores del diálogo, la tolerancia y la comprensión de otras culturas. Hasta la fecha son alrededor de 80 países que han puesto en práctica el servicio de consulta de personas, el cual consiste en escuchar y conocer historias reales narradas por sus propios protagonistas. Enfrentar el analfabetismo, los prejuicios, los estereotipos, la pobreza y la violencia son algunos de los retos que encaran y motivan a estos “libros que hablan”, a estos “acervos hablantes”. Los “libros humanos” generalmente son personas que han sido víctimas de algunas lacras sociales que padece la humanidad. Se afirma con cierta convicción que en estas bibliotecas humanas se consultan personas, no libros. Naturalmente que esto puede cambiar, pues los “libros humanos” pueden ser el puente para acercar al público lector a los libros impresos y digitales de las bibliotecas. El servicio de biblioterapia, como recurso terapéutico relacionado con el contenido de los libros mediante la lectura dirigida en silencio o en voz alta y con la intención de superar miedos, angustias y ansiedades, puede cobrar particular relevancia en aquellas instituciones bibliotecarias que han decidido implementar el servicio de biblioteca humana.

Con base en lo expresado, el trabajo del personal bibliotecario beneficia y mejora la vida humana porque ayuda a las comunidades generales, especiales y especializadas a mantenerse informadas para así satisfacer sus necesidades socialmente humanas. El acceso a la información, a través del servicio de biblioteca, al permitir el aprendizaje a lo largo de la vida: 1] eleva la calidad de los seres humanos para mejorar la sociedad, 2] combate la desigualdad social imperante y 3] lucha contra la exclusión social que lastima la vida humana. Asimismo, el uso de las bibliotecas no solamente hace mejores ciudadanos, también la realidad muestra que ellas tienen el potencial para favorecer la construcción de buenos seres humanos, para combatir la pobreza. Si es que la humanidad cuenta con estas poderosas instituciones documentales para resolver problemas acuciantes, tales como los fanatismos, la intolerancia cultural, la pobreza, las enfermedades, el hambre, la discriminación, producto todos de la ignorancia, el analfabetismo y la inconsciencia.

Las habilidades básicas de lectura y escritura pueden prosperar con el apoyo del trabajo bibliotecario y el uso de las bibliotecas. Desde esta arista, el servicio de biblioteca tiene la responsabilidad humana no solamente de regenerar la sociedad, sino también de mejorar y salvar vidas. Por todo esto, las instituciones bibliotecarias en el siglo XXI seguirán siendo esenciales para la humanidad. Si es que uno de los desafíos actuales del personal bibliotecario es trabajar en la gestión de servicios comprometidos con la sociedad humana. Promover la lectura del patrimonio bibliográfico con el objetivo de evitar el olvido, la omisión, la incultura, el impedimento, las dificultades y los riesgos, infiere actuar con excelso espíritu humano.

Referencias

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López López, Pedro; Vives i Gracia, Joseph. (2013). Ética y derechos humanos para bibliotecas y archivos. Salamanca, España: Federación Española de Asociaciones de Archiveros, Bibliotecarios, Arqueólogos, Museólogos y Documentalistas.

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FELIPE MENESES TELLO

Cursó la Licenciatura en Bibliotecología y la Maestría en Bibliotecología en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Doctor en Bibliotecología y Estudios de la Información por la (UNAM). Actualmente es profesor definitivo de asignatura en el Colegio de Bibliotecología de la Facultad de Filosofía y Letras de UNAM. En la licenciatura imparte las cátedras «Fundamentos de Servicios de Información« y «Servicios Bibliotecarios y de Información» con una perspectiva social y política. Asimismo, imparte en el programa de la Maestría en Bibliotecología y Estudios de la Información de esa facultad el seminario «Servicios Bibliotecarios para Comunidades Multiculturales». Es coordinador de la Biblioteca del Instituto de Matemáticas de esa universidad y fundador del Círculo de Estudios sobre Bibliotecología Política y Social (2000-2008) y fue responsable del Correo BiblioPolítico que publicó en varias listas de discusión entre 2000-2010. Creó y administra la página «Ateneo de Bibliotecología Social y Política» en Facebook.