BIBLIOTECAS, SOCIEDAD Y ESTADO


  • Relação entre as bibliotecas, as ações dos profissionais que nelas atuam e o estado.

LA RESPONSABILIDAD POLÍTICA DEL PERSONAL BIBLIOTECARIO

La palabra política denota la actividad humana que se realiza para el bien de todos, por lo que está orientada para alcanzar el bien común. En este sentido, lo político se instaura con la esencia de la vida política. Los atributos fundamentales de lo político son: el pueblo y su poder político, el contorno de lo público, la dinámica política generada por el conflicto, la lucha por el poder y, lo esencial, la consecución del bien común. Es la vida política, en el complejo entramado de lo político, la que se ordena mediante la actividad política para lograr el bien de la sociedad. Nada escapa al ámbito de la política cuando se piensa en el bienestar colectivo. Consecuentemente, el pensamiento y el quehacer del personal bibliotecario no están al margen de la política porque el servicio de biblioteca, en general, y el servicio público de biblioteca, en particular, se crean, desarrollan y consolidan para beneficiar, directa o indirectamente, a todos los grupos sociales; para hacer efectivo ese bien común. Los sistemas de servicios bibliotecarios, desde este punto de vista, no se centran en los individuos sino en las comunidades o sociedades. En este orden de ideas, las bibliotecas, como un bien socialmente deseable, se suman al funcionamiento y estructuración de la vida política de la nación. Es en esta concepción que adquiere brillo la responsabilidad política del personal bibliotecario. Asumir esta responsabilidad implica reconocer que las instituciones bibliotecarias son determinantes para coadyuvar a instruir, educar, formar, documentar e informar a la sociedad. Es decir, son instituciones de servicio que existen para contribuir a la mejoría de la sociedad mediante el eficaz funcionamiento del Estado. Desde esta perspectiva es factible trenzar la tríada «bibliotecas, sociedad y Estado», tanto en tiempos de paz (Meneses, 2013) como de guerra (Meneses, 2013a), destacándose en ambos contextos el universo de las bibliotecas públicas.

 

Hace cerca de setenta años Garceau (1949) publicó su libro The public library in the political process, tema que sigue vigente en la literatura de la especialidad. Un claro ejemplo es el volumen 65, fascículo 2, (2016), de la revista Library Trends dedicado al asunto «Libraries in the political process». Entre los artículos publicados en esta fuente destaca el escrito de la socióloga Denis Merklen, quien a pregunta expresa: Is the library a political institution? asevera, con base en varios razonamientos, que “las bibliotecas son instituciones políticas dentro de contextos políticos diferentes” (2016: 145). Más aún, recientemente Jaeger y Sarin (2016) publicaron, en la nueva revista The Political Librarian,  un artículo con un título sumamente sugestivo: «All librarianship is political: educate accordingly».

 

El discurso latinoamericano, inherente a esta temática, no se ha quedado a la zaga si tomamos en cuenta algunos de los diferentes enfoques abordados (Quiroga, 2003; Jaramillo, Álvarez y Moncada, 2005; Fúster y Langelán, 2010; Meneses, 2014) Los escritos más recientes (Albornoz, 2016; Berasa, 2016; Civallero, 2016; Oporto, 2016; Parada, 2016) destellan un interesante calidoscopio referente a la relación «bibliotecas y política». La reflexión y el debate, el análisis y el estudio, la lectura del texto y del contexto en relación con la praxis político-bibliotecaria (pensamiento y acción), es la base teórico-práctica en torno de la que se puede distinguir, valorar y razonar la responsabilidad política del personal bibliotecario.

 

Así, durante casi siete décadas la literatura que ha estado conectando la bibliotecología (library science) y la biblioteconomía (librarianship) con la política y lo político de manera explícita lo ha hecho desde diferentes aristas, destacándose con mayor énfasis el paradigma político de la biblioteca pública en distintas coordenadas de tiempo y espacio (Meneses, 2013: 1-2). Se comenzó a percibir, a partir del siglo XX, que las bibliotecas forman parte, directa o indirectamente, de la vida política que ocurre como proceso dinámico en: 1] la pugna por los diferentes poderes públicos, 2] la conformación de estructuras, instituciones y sistemas políticos, 3] el desarrollo de actividades políticas para el bienestar de la comunidad y el funcionamiento del Estado, y 4] la planificación de proyectos y obras que implica la toma de decisiones en materia de políticas públicas que favorezcan a la sociedad y legitimen el obrar del Estado como máxima entidad y estructura política.

 

Con este alcance de miras es como podemos comprender que, en efecto, toda la biblioteconomía es política, por lo que es necesario educar en consecuencia (Jaeger y Sarin, 2016), pero no solamente al futuro personal bibliotecario que se está formando en las escuelas correspondientes, sino también a quienes están al frente del funcionamiento de las instituciones bibliotecarias. La vida política que vivimos en todos los órdenes sugiere la necesidad de preparar al personal en activo para tal efecto. Todo esto a pesar de que la yuxtaposición referente al nexo «bibliotecas y política» pueda causar un escalofrío de inquietud entre el personal bibliotecario (Feather, 2003: 1). O que, más aún, la palabra «política» produzca resquemor o desasosiego tanto en los entornos tradicionales de la práctica bibliotecaria como en los cuadrantes conservadores de la investigación en bibliotecología (Meneses, 2013: 4), principalmente en la región de América Latina.

 

La responsabilidad política de quienes trabajan afanosamente en las bibliotecas se vincula, según se puede observar, con el clima político que se vive cotidianamente. Aunque la relación entre «bibliotecas y política» comúnmente se ha articulado con el modelo de las bibliotecas públicas dentro de la estructura de la sociedad democrática, la idea de Jaeger y Sarin: «toda la biblioteconomía es política», va más allá del paradigma que afirma: “La biblioteconomía pública es inherentemente política, un hecho a menudo pasado por alto y muy subestimado” (Rubin, 2010: 175). En este sentido, las cuestiones políticas con perspectiva de responsabilidad no se deben limitar al campo de acción del objeto institucional que trata la biblioteconomía pública (public librarianship). Tampoco dicha idea se debe circunscribir al plano de la enseñanza oficial en bibliotecología y disciplinas afines que se imparte en escuelas, colegios y universidades, sino que debe abarcar también la educación informal que se adquiere a lo largo de toda la vida en el contexto laboral inherente a todos los tipos de bibliotecas.

 

Con la intención de redefinir la biblioteconomía en el siglo XXI, una de las dimensiones de la práctica profesional que se distingue es “la reafirmación de una postura política” (Fisher, 2011:267), es decir, para garantizar un futuro relevante de esta profesión es necesario buscar una mayor implicación política en torno a importantes asuntos sociales (Fisher, 2011: 269), para asegurar así que los servicios bibliotecarios y de información se mantengan como una prioridad en la agenda de las políticas gubernamentales (Feather, 2003: 3). La práctica de la responsabilidad política concerniente al personal bibliotecario ante esta situación puede ayudar a reconocer, argumentar y convencer al poder público que siempre será indispensable contar con el servicio de biblioteca entre la gama de los servicios básicos que requiere una sociedad políticamente civilizada.

 

El discurso bibliotecológico, basado en algunas categorías de la ciencia política, sostiene a menudo que la biblioteca, principalmente la pública, existe para apoyar los valores centrales de la democracia (la libertad, la justicia y la igualdad). Aunque nuestra mira debe ser más integral, pues las bibliotecas, independientemente del tipo que sean (públicas, comunitarias, populares, escolares, académicas, especiales, especializadas, nacionales, personales), se fundan, acrecientan y apuntalan para formar una ciudadanía informada, es decir, para construir un conjunto de individuos y grupos aptos para participar en los asuntos públicos que les conciernen en materia de educación, ciencia, salud, trabajo, seguridad social, economía, seguridad pública, etcétera. En esta esfera, las figuras de los lectores y usuarios de las bibliotecas se visualizan baja la tutela de su condición de ciudadanos, esto es, se contemplan como hombres y mujeres con derechos y obligaciones. En esta contextura, las bibliotecas en toda nación forman parte del sistema nacional de información documental. El objetivo de este sistema es para mantener informada a la sociedad acerca de los asuntos sociales y políticos, técnicos y científicos.

 

El servicio de biblioteca, en el escenario teórico-práctico de lo político y la política, trabaja para la diversidad de las comunidades constituidas por los lectores y usuarios, para que en su papel de presentes y futuros ciudadanos alcancen niveles superiores de razón, juicio y convicción. Con base en esto, la responsabilidad política de quienes encarnan los sistemas bibliotecarios se instituye como una responsabilidad social y políticamente republicana, en el sentido que el personal de la biblioteca debe trabajar para garantizar el acceso a la biblioteca republicana. Concepto que infiere la institucionalidad política del centro bibliotecario en el marco de un estado de derecho, y cuya misión es ofrecer a la sociedad el bien común a través de sus colecciones, recursos y servicios. Consecuentemente, el modelo republicano en la esfera de la responsabilidad política bibliotecaria nos ayuda a reconocer, valorar y declarar que se tratan de servicios bibliotecarios abiertos a todos los individuos y grupos sociales para que éstos puedan así beneficiarse de uno de los servicios públicos básicos e idóneos de la república.

 

De modo que la bibliotecología política, como una rama de la bibliotecología general, puede analizar la sociedad en donde cada persona, en concordancia con su estatus social y político, debe participar responsable y activamente en todas las decisiones que atañen a la vida democrática y republicana; estudia las necesidades políticas de información tanto de las personas como de los grupos que conforman la comunidad. En esta esfera, la praxis bibliotecaria se configura en el uso político que se hace del servicio de biblioteca. Idea que apunta hacia el pleno reconocimiento del uso público de esta institución. Es en esta contextura que el personal bibliotecario adquiere una responsabilidad política para reconocer a la biblioteca como un importante servicio público que apoya la práctica de la política, entendiéndose ésta, recalquemos, como: 1] la toma de decisiones con la finalidad de alcanzar los objetivos de los diversos grupos sociales en materia de asuntos públicos y 2] la actividad de gobernar la acción del Estado en provecho de la sociedad. La base axiológica en este sentido gira en torno al servicio público de biblioteca (y no solamente al servicio de biblioteca pública) que funciona tanto para quienes gobiernan como para quienes son gobernados. La responsabilidad política del personal bibliotecario se complementa y articula con su responsabilidad social.

 

Acorde con este perfil, el personal bibliotecario latinoamericano, y de otras latitudes, debe interesarse por lo público, por el interés común para que actúe precisamente con la mira de conseguir el bienestar colectivo que, sin duda, es también una manera de lograr el bienestar individual de la persona en su condición de sujeto social. Ser políticamente responsable conlleva no solamente ser un miembro activo, sino también implica adquirir conocimientos acerca de las obligaciones y los derechos que tienen: 1] las bibliotecas como instituciones de servicio público y al público, 2] las comunidades de personal bibliotecario, profesional y auxiliar, y 3] las comunidades de lectores y usuarios, reales y potenciales. Perspectiva que nos conduce al análisis de la responsabilidad cívica de quienes tiene la misión de hacer funcionar los diversos tipos de bibliotecas en las coordenadas de la sociedad y del Estado.

 

 

Referencias

 

Albornoz Delgado, C.; Mir Araya, I.; Olivera Infante, C. (2016).  Bibliotecas públicas de Chile y compromiso político. Serie Bibliotecología y Gestión de Información. 97, 1-31.

 

Berasa, V. E. (2016) Ideología y bibliotecología: algunas reflexiones sobre neutralidad, ética, política y militancia. Fuentes: Revista de la Biblioteca y Archivo Histórico de la Asamblea Legislativa Plurinacional. 15, 10 (45), 6-19

 

Civallero, E. (2016) La biblioteca como trinchera de resistencias, militancias, políticas y estantes con libros. Fuentes: Revista de la Biblioteca y Archivo Histórico de la Asamblea Legislativa Plurinacional. 15, 10 (45), 65-72

 

Feather, J. (2003). Libraries and politics: where two worlds meet. Journal of Librarianship and Information Science. 35 (1), 1-3

 

Fisher, B. (2011). Redefining librarianship. En Libraries and society: role, responsibility and future in an age of change (pp. 263-278). D. Baker and W. Evans eds. Oxford: Chandos Publishing.

 

Fúster, Y., Langelán, C. (2010). La información y la lectura para presas políticas durante la dictadura militar en Uruguay.  Revista Interamericana de Bibliotecología. 33 (1), 125-139.

 

Garceau, O. (1949). The public library in the political process. New York: Columbia University Press.

 

Jaeger, P. T.; Sarin, L. C. (2016). All librarianship is political: educate accordingly. The Political Librarian. 2(1), 17-27. 

 

Jaramillo, O., Álvarez Zapata, D., Moncada, Daniel. (2005). Políticas públicas para bibliotecas públicas: una propuesta de soluciones locales a problemas globales. Investigación Bibliotecológica 19(39), 13-27.

 

Meneses Tello, F. (2014). Bibliotecas, información y golpe de Estado: teoría en el contexto relacionado con la crisis política en Honduras. Revista General de Información y Documentación. 21,  187-224.

 

---------------. (2013). Bibliotecas y política: el paradigma político de la biblioteca pública. Anales de Documentación. 16(2), 1-14. Disponible en:

http://revistas.um.es/analesdoc/article/view/172471 

 

---------------. (2013a). Bibliotecas, política y guerra: el paradigma bélico de la biblioteca pública. En Anuario de Bibliotecología. Nueva Época, 2, 53-87.

 

Merklen, D. (2016).  Is the library a political institution?: French libraries today and the social conflict between démocratie and République. Library Trends. 65 (2), 143-153.

 

Oporto Ordóñez, L. (2016). Las bibliotecas políticas de los mineros revolucionarios de Bolivia. Fuentes: Revista de la Biblioteca y Archivo Histórico de la Asamblea Legislativa Plurinacional. 15, 10 (45), 43-52

 

Parada, A E. (2016). Tras las huellas de la biblioteca pública y su trama política.: una incursión desde la Argentina.  Fuentes: Revista de la Biblioteca y Archivo Histórico de la Asamblea Legislativa Plurinacional. 15, 10 (45), 27-42

 

Quiroga, N. (2003). Lectura y política: los lectores de la Biblioteca Popular Juventino Moderna de Mar de la Plata (fines de los años treinta y principio de los cuarenta). Anuario IEHS. 18, 449-474.

 

Rubin, R. E. (2010). Foundations of library and information science. New York: Neal-Schuman Publishers.


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FELIPE MENESES TELLO

Cursó la Licenciatura en Bibliotecología y la Maestría en Bibliotecología en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Doctor en Bibliotecología y Estudios de la Información por la (UNAM). Actualmente es profesor definitivo de asignatura en el Colegio de Bibliotecología de la Facultad de Filosofía y Letras de UNAM. En la licenciatura imparte las cátedras «Fundamentos de Servicios de Información« y «Servicios Bibliotecarios y de Información» con una perspectiva social y política. Asimismo, imparte en el programa de la Maestría en Bibliotecología y Estudios de la Información de esa facultad el seminario «Servicios Bibliotecarios para Comunidades Multiculturales». Es coordinador de la Biblioteca del Instituto de Matemáticas de esa universidad y fundador del Círculo de Estudios sobre Bibliotecología Política y Social (2000-2008) y fue responsable del Correo BiblioPolítico que publicó en varias listas de discusión entre 2000-2010. Creó y administra la página «Ateneo de Bibliotecología Social y Política» en Facebook.