BIBLIOTECAS, SOCIEDAD Y ESTADO


  • Relação entre as bibliotecas, as ações dos profissionais que nelas atuam e o estado.

LA RESPONSABILIDAD TÉCNICA DEL PERSONAL BIBLIOTECARIO

El discurso tradicional en el campo del profesional de la biblioteca, tanto teórico como empírico, asume que el «servicio de biblioteca» está principalmente a disposición del lector o del usuario en su condición de individuo. Esta filosofía entraña por supuesto una ideología cuya raíz alude a una postura sustancial del liberalismo clásico, misma que se extiende hasta la corriente filosófico-política neoliberal contemporánea conocida como libertarianismo. Filosofía política extrema de la economía liberal que aboga por la intervención mínima del Estado en la vida de los ciudadanos. Esta filosofía, aplicada en la esfera del servicio de biblioteca, ha estado fomentando e impulsando una mentalidad excesivamente individualista; y delineada habitualmente por el enfoque técnico-administrativo que con peculiar énfasis se continúa enseñando a través de varias asignaturas de perfil explícitamente liberal, mismas que se imparten con renovado ímpetu en las escuelas de la disciplina.

 

En efecto, esta práctica individualista bibliotecaria está adherida, en pensamiento y acción, al libertarismo. Filosofía política en la que se basa la filosofía del individualismo que apoya la libertad individual en lo social y la propiedad en lo económico. Es decir, ideología política que pretende justificar cierto estado de cosas como: la propiedad privada, la economía capitalista de mercado y el individualismo extremo. Es en esta contextura político-ideológica en que comienza a influir el concepto de la «biblioteca libertaria», intentado reemplazar así las estrategias de la biblioteca con peculiar misión social (McCabe, 2001).

 

Pero no perdamos de vista que si bien la noción de «libertarian» alude a la filosofía política de extrema derecha liberal, la traducción al castellano, como adjetivo «libertario», se refiere también a la filosofía política de postura ácrata. En este sentido y para evitar confusiones, el concepto de «libertarian library» que escribe McCabe en su libro se traduce aquí como «biblioteca libertariana» y no como «biblioteca libertaria», puesto que esta última noción se relaciona más a la categoría de biblioteca anarquista, esto es, al universo de la anarchist librarianship.    

 

La idea que sintetiza la mentalidad individualista es la que expresa superficial pero orgánicamente que las bibliotecas están para satisfacer las necesidades de información del usuario como individuo, y aunque estas instituciones no venden sus servicios al mejor postor, esta idea ha trascendido a tal grado que el concepto de usuario ha sido sustituido en algunas contexturas por el de cliente. Se trata de poner en práctica la polémica teoría del servicio al cliente (Weingand, 1997). Enfoque que entraña la biblioteconomía basada en quien compra bienes y servicios (Maret & Eagle, 2013).  

 

En este entorno, se alude también tanto a la gestión de la mercadotecnia bibliotecaria como al modelo triádico de evaluación lancasteriana que aborda las habilidades técnicas administrativas de eficiencia, costo-efectividad y costo-beneficio (Lancaster, 1977); asimismo se fomenta con peculiar énfasis los estudios del mercado en lugar de los estudios de la comunidad. Así, el usuario convertido en cliente, se distingue por sus intereses particulares y necesidades individuales de información en el entramado de un proyecto de marketing mix. Tópico que se remonta a las décadas de los sesenta y ochenta del siglo XX en torno al trabajo bibliotecario (Weingand, 1984: 42). Esfera en donde se sitúa una porción de la genealogía del concepto de cliente en el plano de las bibliotecas (Maret & Eagle, 2013).

 

Frente a este paradigma liberal, en el que se apuntala la bibliotecología pragmática, y en el que se afianza la biblioteconomía libertariana, los derechos del individuo para acceder a los servicios bibliotecarios priman sobre los derechos de la comunidad, por ende, pasan a segundo plano los derechos de la persona como ente social, predominando así el «individualismo utilitario». Es decir:

 

La biblioteca pública libertariana es vista como utilitaria, una función amoral del mercado. Las bibliotecas serán apoyadas si se crean para ser útiles. La utilidad es una función de la planificación eficaz que asegura la capacidad de respuesta a las necesidades de información de los individuos (McCabe, 2001: 37).

 

El cometido de la biblioteca en este sentido se limita a los intereses del usuario como individuo, no como persona social ni mucho menos como ser humano con derechos y obligaciones, esto es, como ciudadano. En torno a esta esfera, el personal bibliotecario adquiere una responsabilidad técnica para administrar mecánicamente el servicio de biblioteca para el consumo individual; para satisfacer el interés personal del usuario en detrimento del interés colectivo, omitiendo u olvidando así que él, como profesional de la información bibliográfica, tiene una misión social que cumplir. No hay conciencia de tal misión social en este horizonte práctico bibliotecario en donde, además, se le exige imponer costos, precios o tarifas por los recursos, acervos y servicios que gestiona. Y si hay cierto grado de conciencia, esta es muy pobre desde la perspectiva social.

 

Esto es así también porque la responsabilidad técnica tiene un peso de trabajo que agobia y aliena al personal de las bibliotecas, a jefes y subordinados, generándose así un pesado ambiente de labores entre ellos. El problema del bibliotecario alienado es una realidad en el que se entretejen momentos de insatisfacción, frustración, fatiga y opresión, cuyas consecuencias en la esfera de las bibliotecas puede ser devastadoras para los individuos, las organizaciones y la sociedad (Nauratil, 1989: 87). En esta contextura de trabajo alienado, el personal bibliotecario no percibe la relevancia social de su trabajo en relación con el desarrollo de las colecciones y la organización documental que lleva a cabo cotidianamente; tampoco percibe la responsabilidad social de los servicios que administra por no observar más allá del interés particular de cada usuario visto como consumidor de bienes y servicios; y por no valorarse él como un sujeto social que está para desempeñar un importante trabajo profesional que debe apuntar hacia el beneficio pleno de la sociedad, hacia el bien público de la comunidad, hacia el bien común de los diversos grupos sociales y no solamente del individuo en abstracto. La desmotivación puede hacer presa de aquel personal bibliotecario que tiende a no entender ni atender el cometido social al que tiene y debe estar convocado su ejercicio profesional. No cabe duda que la falta de motivación, en este sentido, puede generar agotamiento físico y mental, produciendo así una “serie de impedimentos para el funcionamiento eficaz de la biblioteca” (Nauratil, 1989: 3).

 

La primacía de la biblioteca tradicional por lo individual, con respecto a las comunidades de lectores y usuarios que atiende, se apoya en el principio de que la parte es más esencial que el todo. Es decir, el bibliotecario tradicional fomenta la utilidad individual en detrimento de la utilidad social, concerniente a los recursos y fuentes de información; referente al uso comunitario de las colecciones y al usufructo comunal de los servicios de la institución bibliotecaria. Su fundamento axiológico de lo individual es el que prevalece respecto a los valores que entrañan el concepto social de la biblioteca al servicio de la comunidad, del colectivo. En la perspectiva del servicio de biblioteca, destinado al usuario como sujeto individual, difícilmente los trabajadores que hacen funcionar esta institución adquieren un carácter de compromiso social para elevar la eficiencia de su labor. Así, las bibliotecas que trabajan bajo la lógica de la filosofía con arraigo liberal no logran orientarse con claros fundamentos sociales. Esta situación, ¿hasta qué punto podría generar aumento de ausentismo, renuncias y despidos de personal en los diversos tipos de instituciones bibliotecarias?       

 

 

Referencias

 

Lancaster, F. W. (1977).  The measurement and evaluation of library services. Washington: Resources Press.

 

McCabe, R. (2001). Civic librarianship: renewing the social mission of the public library. Lanham, Maryland: The Scarecrow Press.

 

Maret, S.; Eagle, B. (2013). Situating the customer: the genealogy of customer language in libraries. Progressive Librarian. 41, 18-38

 

Nauratil, M. J. (1989). The alienated librarian. New York: Greenwood Press.

 

Weingand, M. E. (1997). The Philosophy of customer service, En M. E. Weingand. Service excellence: a concise guide for librarians (pp. 1-12). Chicago: American Libraries Association.

 

Weingand, M. E. (1984). Marketing with a smile. En  M. E. Weingand. The organic public library.(pp. 37-46). Littleton, Colorado: Libraries Unlimited.


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FELIPE MENESES TELLO

Cursó la Licenciatura en Bibliotecología y la Maestría en Bibliotecología en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Doctor en Bibliotecología y Estudios de la Información por la (UNAM). Actualmente es profesor definitivo de asignatura en el Colegio de Bibliotecología de la Facultad de Filosofía y Letras de UNAM. En la licenciatura imparte las cátedras «Fundamentos de Servicios de Información« y «Servicios Bibliotecarios y de Información» con una perspectiva social y política. Asimismo, imparte en el programa de la Maestría en Bibliotecología y Estudios de la Información de esa facultad el seminario «Servicios Bibliotecarios para Comunidades Multiculturales». Es coordinador de la Biblioteca del Instituto de Matemáticas de esa universidad y fundador del Círculo de Estudios sobre Bibliotecología Política y Social (2000-2008) y fue responsable del Correo BiblioPolítico que publicó en varias listas de discusión entre 2000-2010. Creó y administra la página «Ateneo de Bibliotecología Social y Política» en Facebook.