BIBLIOTECAS, SOCIEDAD Y ESTADO


  • Relação entre as bibliotecas, as ações dos profissionais que nelas atuam e o estado.

EL PARADIGMA PÚBLICO DE LA BIBLIOTECA PÚBLICA - XLIV

Contemporáneo de una brillante generación de liberales mexicanos (como Melchor Ocampo, Guillermo Prieto, Santos Degollado, Andrés Quintana Roo, Francisco Zarco y otros), Ignacio Ramírez fue quien a través de su gestión apoyó al presidente Benito Juárez en la transformación de las bibliotecas en poder de la Iglesia hacia las bibliotecas en poder del Estado. Proyecto político de altura para romper la hegemonía clerical en materia de libros y lectura, de información y conocimiento. Plan para comenzar a construir la plataforma institucional bibliotecaria indispensable con miras a forjar el ideal inherente a formar ciudadanos libres y preparados en todos los campos del saber.

 

Desde esta perspectiva, las bibliotecas para El Nigromante fue un importante asunto de Estado, de razón pública. El alojamiento de la Biblioteca Nacional de México, en el antiguo Templo de San Agustín, y el nombramiento gubernamental de la Biblioteca Palafoxiana en Biblioteca Pública del Estado, son los acontecimientos que simbolizan ese proyecto de política cultural y de cultura política en el entorno del universo bibliográfico-bibliotecario durante el siglo XIX. Transformación que se extendería en todo el territorio de la República.

 

La obra de aquel político evidencia un evento revolucionario y no solamente reformista, pues fue un cambio sustancial en relación con la forma, la estructura y la naturaleza de las instituciones bibliotecarias decimonónicas, incluida la Biblioteca Palafoxiana. En torno a las políticas de independencia, libertad y justicia, la praxis (pensamiento y acción) de Ramírez Calzada permitió convertir algunos edificios de iglesias en bienes inmuebles para instalar las colecciones bibliográficas, producto de la estatificación de los libros que habían pertenecido al clero. Así, se sabe a través de un coetáneo que Ramírez:

 

[…] fue a Puebla, la ciudad levítica, y después de haber exclaustrado también allí a los monjes, y de haber dado el palacio episcopal al gobierno del Estado, acordó que la iglesia de la Compañía se convirtiese en biblioteca […]; y en México, ordenó la formación de la gran Biblioteca Nacional con la reunión de los libros de los antiguos conventos y la adquisición de nuevos […] (Altamirano, 1889, p. xlviii).

 

La integridad política de este ideólogo liberal mexicano está fuera de duda. Ignacio Manuel Altamirano, discípulo de Ignacio Ramírez, recuerda que Francisco Sosa (1848-1925) aseveró al respecto: “El, tan ardiente cultivador de los estudios históricos, no tomó un solo libro de los millares sacados de las bibliotecas de las órdenes religiosas” (1889, p. xlix). Punto de vista que coincide cuando se afirma que Ignacio Ramírez, “el siempre estudioso jamás se hubiera atrevido a tomar un libro de los miles que envió a la Biblioteca Nacional. Libros que estaban en los conventos y monasterios expropiados al clero. Sobre su honradez se podría escribir un libro entero […]” (Arellano, 2012, p. 58). El juicio de la historia en relación con la forma honesta de actuar de Ramírez ha sido justo. Razonable es recordar este preciado atributo en torno a nuestro personaje ante el descuido y la depredación que padecieron algunos acervos bibliográficos en esos tiempos. Para aquilatar mejor esto, es pertinente recordar el desolador panorama que se vivió en México respecto al “saqueo de libros en el siglo XIX”, daño que se describe en el Libro de los desastres (Benítez, 1988, pp. 84-97).

 

Por otra parte, la política liberal decretada en 1859 por Benito Juárez, pero propiciada por don Ignacio Ramírez y que entrañó la expropiación de los acervos bibliográficos clericales por parte del Estado, ciertamente no fue la panacea para crear verdaderas bibliotecas públicas destinadas a las clases sociales en desventaja que poblaban el México decimonónico. Por ende, tampoco resolvió, mediante el uso de esas bibliotecas, el problema social y educativo referente al bajo índice de lectura que predominaba entre el pueblo, no obstante el espíritu público que históricamente se le reconoce a esa política cultural. Es decir:

 

Por sí misma la nacionalización de los acervos bibliográficos en manos de la Iglesia, no consiguió ningún cambio en el uso de las bibliotecas, únicamente confirmaba la reducción del poder de la Iglesia. Sin embargo el traslado de los acervos bibliográficos a las bibliotecas de servicio público indujo cambios en las concepciones sobre la biblioteca. (Lafuente, 1992, p. 72-73).

 

En efecto, la incautación de los bienes bibliográficos que habían pertenecido al clero, como los del Seminario Tridentino de Puebla, debió reducir considerablemente el poder documental y por tanto el poder intelectual de la Iglesia. La Biblioteca Palafoxiana, como relevante bien bibliográfico-clerical de la Iglesia, oficialmente pasó a ser así un bien bibliográfico-público de la Nación, según infiere la lectura de los artículos citados de aquella ley que ordenó la confiscación de los bienes eclesiásticos. De tal manera que ese bien común clerical, materializado originalmente con el patrimonio bibliográfico teologal de Juan de Palafox y Mendoza, mudó a ser oficialmente un bien común público a raíz de una política de Estado. Pero este bien solo fue, recalquemos, de carácter nominal.

 

Así que, fundada en la praxis de Ignacio Ramírez, la política liberal en materia de cultura bibliotecaria logró con el paso de los años importantes cambios, particularmente en torno a la configuración conceptual, estructural y funcional de las bibliotecas en la contextura de la nueva república. Por lo tanto, el ideal concerniente al uso público de las bibliotecas fue en realidad una apreciación forjada a partir del México independiente (1821), etapa liderada por aquel y otros pensadores liberales de la época. En esa contextura, la política institucional de uso de la Biblioteca Palafoxiana a partir de la Ley del 12 de julio de 1859 cambió radicalmente, pues de biblioteca clerical se transformó, cabe subrayar, en una biblioteca pública por orden del Estado, consecuentemente pasó a ser un recurso cultural de este aparato político. Lo relevante sobre la institucionalización de esa y otras bibliotecas del clero, en las últimas décadas del siglo XIX, se puede comprender a través de esta transformación.

 

Aunque, para el caso de la institución cultural que nos ocupa, la nacionalización de los fondos bibliográficos eclesiásticos, como se ha aseverado, no consiguió ningún cambio sustancial en el uso “público” de la Palafoxiana. Desde este ángulo, el bien común público de la Palafoxiana no fue tal porque esta política se truncó al convertirse en una institución preservadora más del pasado bibliográfico colonial que en una institución pública al servicio del pueblo. Desde este punto de vista, esa Biblioteca poblana contribuyó desde entonces a fomentar, como lo hizo en cierto modo la Biblioteca Nacional, la institucionalización de custodia del patrimonio bibliográfico novohispano. Hoy en día parte importante del patrimonio bibliográfico de la nación. Así que la función de conservación para selectos estudiosos, desde esos tiempos, se antepuso a la función de servicio para todos.

 

Pero la política de custodia con respecto a la Biblioteca Palafoxiana no se puede contrastar con la de la Biblioteca Nacional, a pesar que ésta y otras instituciones bibliotecarias de México se crearon mediante la desintegración de diferentes bibliotecas conventuales. Recordemos que aquella institución bibliotecaria que provenía de los tiempos hegemónicos del clero colonial, logró mantenerse prácticamente a salvo en sus propias instalaciones, en comparación con la dispersión y destrucción que sufrieron otras bibliotecas que habían pertenecido a la Iglesia poblana. Hechos caóticos de esta naturaleza sucedieron en varios lugares de la República Mexicana (Osorio, 1988, p. 94).

 

 

Referencias

 

Altamirano, Ignacio Manuel. (1889). Biografía de Ignacio Ramírez. En Obras de Ignacio Ramírez. México: Oficina Tip. de la Secretaría de Fomento. Tomo I, p. [i]-lxxii.

 

Arellano, Emilio. (2012). La nueva República: Ignacio Ramírez El Nigromante. México: Planeta.

 

Benítez, Fernando. (1988). El libro de los desastres. México: Ediciones Era.

 

Lafuente López, Ramiro. (1992). Un mundo poco visible: imprenta y bibliotecas en México durante el siglo XIX. México: Universidad Nacional Autónoma de México.

 

Osorio Romero, Ignacio. (1988). Historia de las bibliotecas en Puebla. México: SEP, Dirección General de Bibliotecas.


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FELIPE MENESES TELLO

Cursó la Licenciatura en Bibliotecología y la Maestría en Bibliotecología en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Doctor en Bibliotecología y Estudios de la Información por la (UNAM). Actualmente es profesor definitivo de asignatura en el Colegio de Bibliotecología de la Facultad de Filosofía y Letras de UNAM. En la licenciatura imparte las cátedras «Fundamentos de Servicios de Información« y «Servicios Bibliotecarios y de Información» con una perspectiva social y política. Asimismo, imparte en el programa de la Maestría en Bibliotecología y Estudios de la Información de esa facultad el seminario «Servicios Bibliotecarios para Comunidades Multiculturales». Es coordinador de la Biblioteca del Instituto de Matemáticas de esa universidad y fundador del Círculo de Estudios sobre Bibliotecología Política y Social (2000-2008) y fue responsable del Correo BiblioPolítico que publicó en varias listas de discusión entre 2000-2010. Creó y administra la página «Ateneo de Bibliotecología Social y Política» en Facebook.